divendres, d’octubre 26, 2012
[ es ] No pienses en el paro, piensa en tu #14N
Publican hoy todos los medios que hemos batido un récord de paro: casi 6 millones de personas no trabajan; el 25% de la población activa, la mitad de los jóvenes. El alarmismo, la conmiseración, el victimismo y otras tonalidades emotivas de lo triste, anegan hoy la infoesfera. Un horizonte sombrío, el colapso económico por toda perspectiva es lo único que se nos ofrece.
Sin embargo, leer las cifras del paro únicamente como dato deprimente, como elemento para la desesperación, es el peor de los errores. Y no porque se haya de leer el mundo siempre desde una perspectiva positiva (el pensamiento positivo, sabido es, sólo es útil a la impolitización del mundo), sino porque en la combinación del pesimismo de la razón debe latir siempre el optimismo de la voluntad.
En efecto, leer las cifras del paro como dato únicamente negativo sólo sirve para abrir la puerta al miedo que instituye el poder soberano, el régimen de terror biopolítico que se introduce en nuestros sueños cada noche: el pánico a no salir del paro, a caer en él, a ver la propia vida suspendida en un callejón sin salida a la espera de que los señores feudales de la economía nos ofrezcan una salida productiva, ni que sea por medio de soluciones institucionales neoesclavistas.
No perdamos de vista la necesidad de encontrar en el pesimismo de la razón el optimismo de la voluntad. De hecho, la clave de estos datos, contrariamente a lo que hoy predica la mediocracia semiocapitalista, lo que verdaderamente indican, es que la sociedad española puede vivir con una cuarta parte menos del volumen total de trabajo que se realiza; especialmente si se produce una profunda distribución de la riqueza. Lo que hace falta para ello es un cambio de paradigma y este cambio se articula en torno a una alternativa: el decrecimiento.
El decrecimiento no es una utopía, es la salida a la crisis. Quienes como la izquierda parlamentaria y sindical, se aferran al modelo del crecimiento (aunque sea con el apéndice de un retórico "sostenible") no hacen nada más que prolongar la agonía de 6 millones de personas que deberían estar disfrutando, desde ya, de rentas básicas con las que poder recuperar el control de sus existencias, de sus capacidades para cooperar y, desde ellas, de proceder a modificar radicalmente el modelo productivo que arrastramos y que nació, no lo olvidemos, de una guerra civil y cuarenta años de dictadura.
El cambio es posible y los instrumentos, aunque todavía inacabados, van emergiendo: un sindicalismo combativo como el de CGT y otros, repertorios destituyentes que se despliegan cortocircuitando el funcionamiento metropolitano como el #27O, candidaturas electorales como las CUP. No hay razones sólo para el pesimismo. Sólo hay razones para luchar con inteligencia, rompiendo con la izquierda parlamentaria y sindical de siempre, apostando por la autonomía del movimiento.