dissabte, de març 14, 2015
[ es ] El régimen juega de farol en Andalucía
Las elecciones andaluzas son, como van a ser en mayor o menor medida todas las convocatorias electorales de 2015, unos comicios sobre el futuro del régimen. A golpe de encuesta desde las europeas, será el próximo 22M cuando enfrentemos por vez primera desde entonces la realidad del voto efectivo. La dureza de un proceso tan prolongado y agotador -en el que, además, Podemos se ha tenido que ir constituyendo a la par que desplegando como vector de ruptura con el régimen- hace que el momento andaluz sea particularmente importante.
En las últimas semanas el régimen ha cambiado de estrategia: tras intentar ubicar a Podemos en la subalternidad, asociarlo a IU, acusarlo con todo tipo de injurias y cuantas tácticas ha mostrado por ahora, ha llegado al punto en que asume que el bipartidismo está inoperativo. Pero como el propio bipartidismo forma parte de su ADN ha intentado capturar la anomalía que es Podemos en un segundo movimiento táctico, reduciéndolo a una opción de izquierda que jamás llegue a ganar.
Esta tesis tiene su precedente, mutatis mutandis, en el caso del PCI durante la Guerra Fría. La excepción comunista italiana, en su declinación eurocomunista más en concreto, acarició la posibilidad de la conquista electoral del poder. Nunca sucedió e incluso se llegó a una de las guerras sucias más procelosas de todos los tiempos para que así fuese.
Los tiempos han cambiado y ahora se imponen otras tácticas. No son las cloacas de las policías, con sus ramificaciones fascistas, sino las cloacas de los medios las que están acometiendo esta labor. Como parte de su estrategia están intentando reducir Podemos a la opción bipartidista de izquierda que nunca alcance el poder, igual que en su momento sucedió con el PCI. Mientras, ya se ha preparado -aunque solo sea como una profecía mediática construida sobre encuestas bien cocinadas-, una opción de centroderecha que llegado el momento se instale durante décadas en el poder como una opción de bloqueo.
Al igual que la Democracia Cristiana, Ciutadans se presenta hoy, precisamente, como inevitable muro de contención contra Podemos; el baluarte contra el comunismo de otrora, bolivarismo, populismo y demás -ismos de hoy. Si el resultado del domingo fuese un éxito para Cs, el régimen sin duda se volcaría todavía más en su alternativa, especialmente en el caso de que Podemos se vea contenido.
La apuesta que está haciendo el régimen es la propia de quien juega ya a la desesperada buscando cualquier solución. Juega de farol con Cs como una profecía a realizar. Las encuestas que han amplificado hasta el extremo de lo permisible por la "cocina" comunicativa un cierto apoyo a los de Albert Rivera buscan claramente un efecto subjetivo que bloquee el que ha hecho posible el efecto Podemos.
Desafortunadamente el terreno de lo político es, como bien sabía Maquiavelo, un terreno en el que las apariencias cuentan. Y como reza el principio de I.W. Thomas: aquello que es considerado como real, es real en sus consecuencias. Un éxito de Ciutadans, por esto mismo, sería el golpe más serio que se podría asestar a Podemos. Más incluso que los "escándalos" orquestados contra sus caras más mediáticas, ya que no se trataría de un artificio mediático, sino que se convertiría en un "hecho probado" (cosa de la que hasta ahora carece el régimen cuando ataca a Podemos).
El reverso de esta apuesta, como el de todo farol, es que la gente no se lo acabe de creer; que las encuestas fallen, y que el 22M la sorpresa sea aún mayor de lo que habría sido, si hace un año se nos hubiese adelantado cualquiera de los escenarios hoy razonablemente previsibles para el domingo 22. Contrariamente a lo que se pretende (la lógica del farol), si el discurso de Podemos cala tan hondo y de manera tan creciente como se viene apuntando, bien podría estar pasando en esta campaña lo mismo que sucedió durante las europeas. De ser así, el 22M mejorará las expectativas postelectorales de Podemos y mostrará, para refuerzo de su hipótesis, que 2015 es el año del cambio.