dilluns, d’octubre 31, 2011

[ cat ] Identitats, pobles, mediterrània

Noves tecnologies per a l'autonomia dels pobles 
Barcelona, 3 i 4 de novembre


PROGRAMA

Dijous, 3 de novembre de 2011
LLOC: Sala Abat Escarré (CIEMEN)


[ es ] A quién beneficia el movimiento del ‘15-M’

Artículo escrito con Jorge Moruno publicado por El Confidencial (28/10/2011).


NOTA (31.10.2011, 20h24, la versión que sigue es ligeramente diferente)

La concepción liberal-autoritaria de la política democrática —y mucho más entre nosotros—, nos tiene acostumbrados a interpretar la participación como un acto puntual, fugaz, casi como si de un favor se tratase. Y es que la participación en la res publica se limita, para una inmensa mayoría, al voto cada cuatro años; si es que se vota, claro. Cualquier otra forma de abordar los asuntos comunes es rápidamente acusada de salirse de los márgenes legales; de ser incluso un germen de golpes de Estado, como afirma Esperanza Aguirre con el 15-M.

Afortunadamente, poco a poco, se va superando esa concepción constrictiva de la política donde los únicos que pueden participar en la política más allá de las consultas plebiscitarias que conocemos como “elecciones” son mercados, políticos y medios de comunicación. Con el 15O se ha liberado esa subjetividad plural, la multitud, que se define por su irreductibilidad a una única lectura de su ser; a un plantemiento concreto, representable y, por lo tanto, difícilmente recuperable para el régimen de poder en vigor. 

Un modo de movilización cambiante

Todo el mundo esperaba que con el 15M se produjese una especie de mímesis callejera de lo que suele acontecer históricamente con las luchas políticas que acaban integrando las instituciones del régimen: primero una algarada temporal abocaría a la estructuración del cuerpo social de la protesta en alguna modalidad organizativa de masas —partido, sindicato, ONG u otra. Gracias a esta organización resultaría posible, seguidamente, acometer la eliminación de pluralidad del cuerpo social (a la manera de lo que los constitucionalistas alemanes del siglo XIX llamaban reductio ad unum). Finalmente, la cooptación de unos pocos líderes sería un costo económico asumible y, en consecuencia, la protesta se diluiría con apenas algún guiño superfluo y la incorporación del aparato simbólico generado por la movilización (a la manera en que, por ejemplo, hoy todo el mundo se reconoce en los símbolos del feminismo, el pacifismo, etc.). 

De lo que se trata con el 15M, sin embargo, es de otra forma de hacer política, otra lógica propia de otra agencia; una agencia alejada por completo de las formas con que funcionan las organizaciones de masas (partidos, sindicatos, etc.). El 15-M significa, ante todo, una transformación sobre el conjunto de supuestos que hasta ahora gobiernan la vida y cuestiona la definición liberal de democracia. En un tiempo en el que esta variante de democracia entra en una profunda crisis al verificarse que la soberanía ya no reside en los votos, sino en los mercados y las agencias de rating, la contestación no se limita a una mímesis de las lógicas organizativas que han guiado los procesos históricos conocidos (la serie eclosión, organización, elitización, cooptación, disolución del movimiento). 

Más democracia significa más democratización

Aprendidas las lecciones del pasado hoy se va más allá, se reclama una democracia progresiva, más acorde a la constitución material de la realidad contemporánea. Lo que practican las y los “indignados” se puede definir como política de movimiento y, a diferencia de las políticas de notable y partido que en las últimas décadas han desdemocratizado las democracias liberales (demostrando las propias limitaciones democráticas de éstas), es una agencia política, una agencia de democratización que no teme romper el actual estado de cosas por medio de la desobediencia civil para proyectarse más allá de éste, en un horizonte constituyente que realice el gobierno de la democracia absoluta. El 15M, el 15O, los momentos de ruptura que sin duda seguirán no son simples demostraciones de masas en las calles; no son el primer paso de la secuencia apuntada. No habrá eclosión, organización, elitización, cooptación, disolución del movimiento.

La izquierda inoportuna

En vano las organizaciones de izquierda intentan de manera oportunista hacerse con un “capital político”. En el 15M no hay un capital político: hay un común. Por eso la relación del 15M con el 22M o la del 15O y otros eventuales momentos de ruptura por venir con el 20N no se puede determinar en los parámetros de un efecto causal (o causado). Si se quiere comprender la relación entre el movimiento y las elecciones del gobierno representativo se debería adoptar una perspectiva diferente que comprendiese antes la profunda crisis en que se encuentran las segundas, para así poder entender como opera el primero. 

Y es que, como ha demostrado el 15M a partir del 23M y como seguramente demostrará el 15O después del 20N, las elecciones son contingentes al movimiento y no al revés. Adelantar la lectura de los resultados del 20N como fracaso de la movilización, de la izquierda y triunfo apabullante de la derecha es sólo algo que adquiere sentido en el marco interpretativo de la gramática política en que se inscribe la democracia liberal; esa misma democracia cuyo principal mecanismo institucional (el gobierno representativo) la ciudadanía (el supuesto soberano, ¿recuerdan?) dice que ya no opera (“no nos representan”) y que es preciso abolir (“este sistema, lo vamos a cambiar”). Al igual que de cara al 22M, de cara al 20N se quiere presentar la acción colectiva como un cálculo fallido, como la imposibilidad de conseguir lo único que se puede conseguir: incidir sobre el resultado electoral. 

Tal es el primer paso de toda profecía que se autorealiza (self-fulfilling prophecy), esto es, de ese mecanismo que nos presenta una definición “falsa” de la situación (la victoria del PP como única perspectiva) que desencadena un nuevo comportamiento (el comportamiento electoral) que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva “verdadera” (la eventual victoria del PP sea vivida como la confirmación de que salir a la calle no valía de nada dado que sólo existía el escenario electoral). Así opera la manipulación mediática. Pero tampoco esto es nuevo al movimiento y por eso la trampa representativa de la profecía que se autocumple no irá muy lejos. Y es que, mientras haya crisis y el mando no cambie de estrategia, tras el 20N, la crisis del régimen será aún mayor y el horizonte del movimiento seguirá abierto.

dimecres, d’octubre 26, 2011

[ cat ] Xerrada al XXV Seminari Blanquerna


Aquest divendres, a Magaluf (Mallorca), comença el XXV seminari Blanquerna Mallorca 2011. Final de Cicle. Bastir, més que mai, un futur d'esperança.  

Dissabte faig la ponència: La política, avui (i el seu significat): de la partitocràcia en crisi a la multitut en moviment. Com text introductori, el capítol sobre les tres polítiques (pàgs. 133-144)

El programa es pot baixar aquí

Inscripcións a

seminarigrupblanquerna@gmail.cat
secretaria@grupblanquerna.cat

així com als telèfons

971 723 299 
686 367 475

dissabte, d’octubre 22, 2011

[ es ] Memoria y democratización



El anuncio de la decisión de ETA de poner fin a la lucha armada marca sin duda una cesura histórica. La respuesta de la organización a la conferencia internacional de paz ha despejado cualquier sombra de duda, por más que desde los medios de la extrema derecha españolista se hayan querido todavía interponer peros surrealistas. Desde hace meses, el giro de la izquierda abertzale demuestra claramente que el negocio de vivir del conflicto vasco se ha acabado para la legión de todólogos, demagogos y otras subespecies mediáticas. El España como problema y Euskal Herria como chollo ya no funciona. Por el contrario, la decisión de la organización armada recupera el espacio para la política, justo en un momento, precisamente, en que asistimos a la reapertura del escenario de luchas global que marca el 15O.

En este estado de cosas, la noticia procedente de Euskal Herria es inmejorable: uno de los pilares sobre los que se sostenía la legislación de excepción y la subsiguiente cultura de la emergencia, se ha derrumbado por la piedra angular del consenso postfranquista. Y es que como se ha podido comprobar incluso en los medios más progresistas del actual régimen, la lucha armada con su declinación en ETA constituía el demarcador simbólico sobre el que se vertebraba la continuidad con el Franquismo. Tal y como se podía verificar hoy mismo en la portada de Público (y no sólo) el significante "víctimas de ETA" sigue siendo el gran facilitador de la inclusión en el campo simbòlico democrático de Carrero Blanco y otros personajes abyectos (en modo alguno demócratas) de la Historia española contemporánea.

Tres vectores de ruptura constituyente
 
Recientemente apuntaba en un capítulo para un libro sobre el 15M que el pasado es una de las tres líneas de fractura por las que se verifica hoy la crisis del régimen instaurado en 1978. Junto al modelo territorial (sentencia del Estatut) y el modelo productivo (basado en el binomio turismo-construcción), la política de la memoria constituye hoy un vector fundamental de la ruptura constituyente ya que no sólo desvela la relación con la Guerra Civil (ámbito al que se quiere reducir el debate historiográfico), sino que apunta igualmente a las mucho más significativas continuidades del mando tras su reconfiguración durante la llamada Transición.

En efecto, tal y como demuestra hoy la producción del campo de identidad "víctimas de ETA" asociado a la democracia por medio dela pragmática del discurso oficial, la razón de Estado prevalece y el ocultamiento de las 23 víctimas del GAL (igualmente víctimas del conflicto vasco) promueve una lectura inequívoca, schmittiana y autocrática de lo acaecido durante, no ya los años de lucha antifranquista, sino de la propia democracia española. La memoria de las víctimas de ETA, por ello mismo, se desvela al fin, como lo que es: la memoria de las víctimas de la razón de Estado. Pues no otra agencia de la política que el Estado moderno, desde la Terreur hasta hoy, es la causa prima de lo que se ha dado en llamar, tan errada como intencionalmente, terrorismo.

Por suerte, tras la decisión de dejar el repertorio obsoleto de la lucha armada, la política de movimiento podrá recuperar para el nuevo periodo histórico que se abre estos días, una izquierda abertzale que ya ha demostrado estar mucho más preparada que las izquierdas subalternas para hacer frente a la crisis del régimen. No menos se puede decir si tenemos en consideración propuestas como la renta básica (modelo productivo), la reivindicación del derecho a decidir (modelo de Estado) y memoria colectiva (no olvido del pasado franquista). Cierto es que, en todos estos aspectos todavía se lastra una gramática política en exceso moderna y dependiente de sus propios desarrollos históricos. Pero no menos válido es que con la reapertura de lo político, el potencial acumulado en la resistencia y desafío al Estado nacional augura hoy sorprendentes posibilidades de cambio.

Adiós al mito fundacional: se impone re/elaborar el pasado

El tiranicidio del almirante Carrero Blanco es uno de los acontecimientos que marcó mi infancia y primera socialización política. Desde entonces y hasta hace bien poco, la historia de la democratización fue para mí historia de la desmemoria. Lejos de seguir la lección magistral de Adorno sobre la "re/elaboración consciente de pasado" (Aufarbeitung der Vergangenheit), el nacionalismo español optó por el olvido y la democracia española por ser una democratización inacabada, demediada, defectuosa. Nada cabe esperar por ello mismo de la historia de "éxito" que representa falsamente, a la manera de Ibsen y sus mentiras vitales (livsløgn), la historia del establishment que gobierna este país y contra el que hoy se levanta la multitud al grito de "no somos mercancías en manos de políticos y banqueros".

Socialistas y populares comparten un mito fundacional que encuentra su mentira vital en la Transición, esto es, en la readaptación del mando autoritario franquista al mando homologable en Europa a los procesos de globalización capitalista que prefigura la democracia liberal. Este fue el proyecto conjunto de la Socialdemocracia y la Democracia Cristiana de postguerra; la misma postguerra que tan sólo llegó a la península ibérica en los años setenta. Por eso hoy, los socialistas ceden el poder con sorprendente parsimonia a los populares, conscientes de que estos mejor que ellos son los que podrán hacer frente a la escalada de tensión que se prepara en las calles.

Ante la anunciada victoria electoral del PP (en rigor ante la segura claudicación del PSOE), nos encontramos hoy con la exigencia de liberar la memoria de sus lastres pasados, de hablar con verdad de lo que fue. Porque como Ferdinand Lasalle decía: "fue, es y será, el hecho más revolucionario decir aquello que es". Los procesos de liberación cognitiva que pueden acompañar a la re/elaboración consciente del pasado pueden resolver, sin lugar a dudas, cuestiones fundamentales, por pendientes, de la democratización española. Allí precisamente donde la desdemocratización quiere progresar (mintiendo sobre el pasado, blindando el modelo productivo, recentralizando el país) hoy se abren los vectores por los que se puede al fin desplegar la política de movimiento. En nuestras manos está. No dejemos escapar esta oportunidad para dejar de vivir en lo falso.

dijous, d’octubre 20, 2011

[ es ] [ NEM 8 ] ¿Contra qué se lucha desde el 15M?


El despliegue del movimiento desde el 15M es una progresión que de momento no ha cesado de sorprendernos. Cada vez que se ha querido dar por liquidado, el movimiento se ha rekombinado y ha vuelto a desafiar al mando: así sucedió tras las elecciones municipales, cuando los medios daban ya por finalizado el ciclo; o tras la patética tentativa frustrada de desalojo de Plaça de Catalunya, cuando el movimiento todavía no había decidido marchar (cosa que hizo cuando le pareció oportuno); y también tras el bloqueo del Parlament, cuando todo el estamento político sin excepción (para mayor vergüenza de la izquierda) se avino a una impresentable declaración institucional que no era sino la lamentable expresión de subalternidad y acomodación en un modelo de democracia obsoleto. Por si todo esto no fuera suficiente, el 15O volvió a ocurrir: la ola se difundió por medio de Occupy Wall Street y superó todos los diques que en vano han intentado interponer los Estados nacionales. 

Y es que el ciclo de movilizaciones en curso, que nadie se engañe, es un ciclo constituyente, rupturista, antisistémico. Los marcos interpretativos que lo mueven ("no nos representan", "este sistema lo vamos a cambiar", etc.) no son la reivindicación de un giro de política económica (de un cambio en el sistema -como en el alemán Systemwandel), sino de una ruptura con el presente estado de cosas (un cambio de sistema o Systemwechsel). Mal funcionan ante un acontecimiento de esta magnitud los aparatos conceptuales de la teoría liberal de los movimientos sociales.


Derrumbando los otros muros

Recientemente alguien me recordaba, no sin cierta razón, que este proceso recuerda al ciclo que acabó derrumbando el Muro de Berlín. Muy especialmente por el proceso autónomo de movilización que cobra fuerza en el mantenimiento de la acción desobediente y en la inacción del mando que, incapaz de comprender lo que sucede, confía al buen funcionamiento del régimen su propia estabilidad. Basta con pensar un momento la seguridad con que se vuelve a apostar por el juego electoral de la democracia representativa para liquidar la pugna de legitimidades que hoy se abre paso entre mando y movimiento. 

Como si unas elecciones pudiesen zanjar un debate constituyente, el estamento político se confía a la convocatoria electoral como si fuese capaz de conjurar por sí sola la ruptura en curso. Sintomáticamente, nadie se está preguntando por las motivaciones de las redes activistas, por las fuentes de su apoyo social, por las instancias en que encuentra la legitimidad para seguir mutando, desafiando, progresando... Y es que como venimos insistiendo desde hace tiempo tal vez el 15M no sea ajeno a las elecciones, pero éstas si son ajenas al 15M.

Encuestas sin electores, elecciones sin encuestados

Pocos indicios mejores para comprender esta cuestión que la nula incidencia (actual) del movimiento sobre las encuestas de opinión. Si el PSOE no cesa de caer en las encuestas a pesar de sus guiños cicateros al 15M, si la izquierda subalterna del PSOE (la que se ha acomodado a compartir ínfimas cuotas de poder local y autonómico) tampoco sabe traducir en votos los manifestantes de las calles es por el sencillo hecho de que no se están produciendo los alienamientos de marcos interpretativos que serían precisos. Más aún, no sólo no se están produciendo, sino que difícilmente se podrían llegar a producir sin un cuestionamiento real, profundo y efectivo de los propios proyectos políticos (cosa que estamos a años luz de llegar a ver).


Las próximas elecciones serán elecciones de fraccionamiento, de derrumbes, de impotencias y, sobre todo, de una falsa y, por ende, doblemente ilegítima mayoría de la derecha. A los conservadores, no es preciso decirlo, ya les vale con una lectura estática del funcionamiento del régimen. A la izquierda, por lo visto, no le importa.


Movimiento versus automatismo


Así las cosas, cabe preguntarse contra qué se lucha realmente desde el 15M. La respuesta no es el gobierno, no es la derecha, no es siquiera los políticos y banqueros; no agencia alguna de la política moderna. Se trata por el contrario del automatismo. Contra lo que se despliega hoy el poder constituyente es contra el progreso de la interiorización de los automatismos en que se basa el capitalismo cognitivo. Nos referimos a automatismos como el introducido con la reforma constitucional; fórmulas que sustraen la política al terreno de lo político, que transforman la política en una cuestión de gestión y policía para el mando y de obediencia heterónoma para el cuerpo social.

A lo que estamos asistiendo hoy es a una revuelta que se quiere replantear los términos en que se ha de definir la agencia política; una revuelta que se plantea reinstituir el control democrático de la economía, y más allá de esta misma del mundo de la vida que progresivamente ha sido colonizado por los dispositivos semiocapitalistas. No es, empero, cuestión de volver atrás, de recuperar el humanismo perdido. No volveremos a ser humanos. Con la organización del movimiento sobre la base repertorial modular a la que dan soporte inmaterial las redes sociales en ese permanente ir y venir de la plaza a la red y viceversa, hemos dado un salto definitivo en el devenir ciborg de las expresiones políticas del antagonismo. Nada de malo hay en ello, siempre que la agencia no devenga automatismo.

El 20N sólo habrá acabado una cosa: lo que acaba de comenzar.

dimecres, d’octubre 19, 2011

[ cat ] A on va a parar el nostre vot?

Entre els efectes inmediats del 15M, un dels més destacats ha estatprecipitar la convocatòria d'eleccions generals amb la intenció d'aconseguir un canvi de govern. Es tracta de reforçar el comandament davant la crisi de governabilitat en que Zapatero ha sumit el règim polític. La intenció des del comandament és clara: com va passar el 15M, es vol imposar un marc interpretatiu que desactivi la mobilització ciutadana. Aquest marc interpretatiu diu: "d'acord, sou ciutadans i podeu prendre el carrer, però com que no teniu una opció electoral alternativa, mobilitzar-se no val de res. Ara guanyarà la dreta com a les autonòmiques catalanes i a les municipals i les retallades continuaran sí o sí". 

I és que, en efecte, gràcies a la deserció socialista d'uns mínims progressistes, els mitjans de comunicació de masses poden esgrimir enquestes que presenten un PP triomfant i que ens amenaça amb una majoria absoluta i absolutista. Des del partit socialista i els seus mitjans afins es torna a esgrimir el fantasma de la dreta per fer acceptar les seves polítiques de dreta toba. Fent fent valer la seva posició privilegiada com a principal alternativa al PP, la direcció socialista no ha dissimulat en cap moment el seu compromís amb les alternances pendulars que ara cedeixen el poder a la dreta. La supressió de la democràcia interna, visible en la dimissió de Chacón i el dedazo de Rubalcaba, no deixen lloc a dubtes.

El 15M i el 15O, però, han demostrat que les dimensions en què opera la política de moviment superen amb molt les previsions de l'estament polític. Gràcies a les xarxes socials, la credibilitat del comandament està sota mínims. Poden guanyar la batalla electoral, però han perdut la batalla de la legitimitat. I aquesta no és una derrota menor. 

En efecte, governar un món en què s'han externalitzat tants recursos, i en el qual es vol que l'Estat s'aprimi encara més, requereix una forma de governança que trobi un suport de la societat mal anomenada "civil" sense el qual no és possible extreure els recursos públics per a finalitats privades. Per això mateix, periodistes i politòlegs del pensament únic han considerat tàcticament interessant entretenir a la ciutadania amb la promesa d'una representació política regenerada. La seva resposta al "no ens representen!" ciutadà vindria a ser, "reforma electoral".

No obstant això, arribats a aquest punt: de quina reforma estem parlant? Com opera la llei electoral en la manipulació de la voluntat ciutadana? Sabem el que votem? N'hi hauria prou amb una nova llei electoral que donés major proporcionalitat al sistema de partits per evitar els mals que coneixem? Una llei que poderia afavorir a IU, no afavorira també a UPyD, creant un nou sistema de partits centrat i centralista? No serà més aviat que la clau no hi és tant a la llei electoral com a d'altres mecanismes de control? 



Per debatre aquestes i d'altres qüestions l'Assemblea Social de Poblenou ens ofereix una oportunitat fenomenal. Passem de la indignació a la informació!


diumenge, d’octubre 16, 2011

[ es ] [ NEM 7 ] ¿De qué vale?




El 15O lo ha conseguido: una primera movilización global contra un capitalismo que opera globalmente. Lo que el 15 de Febrero de 2003 marcó el fin de la ola de movilizaciones altermundialista, reabre ahora el horizonte de los posibles, a saber: un escenario de luchas a la altura de la crisis. La política de movimiento ha demostrado que es capaz de lo que no son capaces la política de partido, ni menos aún la política de notables. Plantar cara al G20 obligando al mainstream mediático a cambiar de marco interpretativo.

A pesar de todo, esta mañana, comentando las impresiones de la impresionante jornada de ayer, se ha verificado de nuevo una misma estructura argumental por la parte de los grandes medios. Hoy mismo, los dos grandes medios de la prensa neoliberal, El País y El Mundo, publican sendas encuestas sobre los posibles resultados electorales del 20N. A diferencia de otras ocasiones, las variantes de izquierda y derecha neoliberal no han intentado enfatizar sus diferencias con el objeto de mantener su particular espectáculo de la política. Antes bien, ambos han coincidido en reforzar con sus marcos interpretativos el relevo del PSOE por el PP al frente de mando.

La razón para esto viene a ahondar en un argumento que será habitual a quien lea estas páginas, a saber: la divisoria no discurre hoy entre izquierda y derecha, sino entre arriba y abajo (entre mando y cuerpo social), entre dentro y afuera (del parlamentarismo). Ante la crisis de la democracia liberal y de la representación política, el mando lo tiene claro: hay que favorecer un marco interpretativo de la desmovilización. Se trata de hacer que la gente no deduzca la posibilidad de cambio de su acción política, que no pueda leer el acontecimiento de ayer como alternativa a la situación existente. 

Sabido es, el neoliberalismo triunfa sobre la base de hacernos creer su máxima "there is no alternative". Por eso se esgrime la impotencia a que conduce pensar la política en términos de la política de partido; por eso interesa que la lectura del 15O se realice, estrictamente, en la clave del escenario electoral del 20N; por eso mismo, en fin, no se quiere que se comprenda el alcance global de lo sucedido, la reapertura del horizonte político, la vuelta a la posibilidad de elegir que, de manera tan insidiosa como persistente, se promueve desde el mando a fin de conjurar la potencia de la democracia.


Y es que la democracia se encuentra en la base de la contradicción que el mando capitalista no puede aceptar. La democracia es una procedimentalidad que se despliega en lo absoluto, no conoce límites si el demos participa sin mediación. Durante siglos el proyecto liberal, primero, y neoliberal, hoy, se ha intentado domesticar en vano la democracia. Primero, así el liberalismo en sus orígenes, por medio de la democracia liberal; más tarde, así hoy bajo el mando neoliberal, por medio de una democracia limitada, una democracia institucionalmente encauzada por medio de la delegación (que no la representación, ya que "no nos representan") hacia la configuración de microdictaduras de cuatro años sin alternativas institucionales al alcance de lxs de abajo.


¿De verdad nada ha cambiado?


Recientemente, Amador Fernández-Savater publicaba en su blog de Público un diálogo agonístico entre dos amigos que se encuentran en una manifestación. Cada personaje ejemplifica dos posiciones que se corresponden, respectivamente, con dos alternativas ante el mando. La una, pesimista, que sólo aspira a leer lo que sucede en la gramática política al uso, en los términos de una eficacia que se debe medir en los términos del mando. La otra, optimista, que expone la posibilidad no ya de una opción alternativa, sino de muchas, esto es, de la recuperación de la política.


He aquí la clave para comprender lo que ha cambiado con el 15M y, más aún, con el 15O: ha cambiado el margen de acción política. Más aún, ha cambiado algo fundamental: los términos mismos en que se puede y debe desarrollar el debate público; los términos de una democracia real, y no de la ilusión (i-)representativa. Lo que hoy se ofrece, tras el 15M y el 15O a la ciudadanía no es saber si se puede cambiar de gobierno el 20N, sino si se puede o no recuperar la posibilidad de hacer política. 


Sin embargo, conviene igualmente conjurarse contra el gramsciano optimismo de la voluntad o, como decían los sofistas griegos, contra la pleonexia (la ambición desmesurada) y la asfaleia (el exceso de confianza). En rigor, dado el carácter constituyente de la deliberación en curso, todo depende de la voluntad de cada cual: a un lado se situarán quienes quieran o puedan leer el 15O como una expresión de impotencia política, como la imposibilidad de cambiar nada dado que la única posibilidad de cambiar algo pasa, obligatoriamente, por la aceptación del orden existente. Quienes así procedan se identificarán claramente con el marco interpretativo de los mass media, leerán el 15O exclusivamente en los términos de su captura en los márgenes institucionales de la democracia liberal y, por tanto, en los términos fatalistas y desesperanzadores de los resultados electorales del 20N.


En oposición a esta lectura, existe, sin embargo, la que ya ha conseguido, de hecho, plantear la movilización ciudadana. Desde esta perspectiva, inscrita en la recuperación de la política como la posibilidad de elección, la alternativa no pasa por medir el 15O en los términos de su eficacia electoral, esto es, en los márgenes del marco interpretativo que lee la política de notables y partidos en su formulación liberal como la única política posible. Frente a la premura de lo inmediato con que el marco interpretativo del mando apremia al ciudadano (procediendo en buena lógica con las formas intimidatorias del capital), la política de movimiento propone hoy una relectura de la situación que reformula los términos en que se produce hoy el diagnóstico de la crisis.

Dos opciones antagónicas


Por expresarlo de otro modo, la disyuntiva hoy radica entre dos opciones antagónicas: o bien pensamos en cómo gestionar la crisis en los términos heterónomos que prefigura la propia lógica capitalista, o bien nos situamos autónomanente en la cruda realidad de un sistema excluyente que aspira a que el 99% pague los desmanes, tan a menudo ilegales (incluso en la limitada lógica de una normatividad liberal), del 1%. A un lado, la impotencia de aceptar un resultado anunciado: el PP con su mayoría absolutísima, un PSOE que tardará una década como mínimo en recomponerse y, por consiguiente, un sinfín de recortes sociales que, progresivamente nos situarán en un escenario de agudización creciente de los males que ya hoy nos apremian. 

Al otro lado, la potencia de la política, la posibilidad de escoger otro camino para el cual las políticas neoliberales son ya un hecho al medio plazo (y por ello mismo tan inevitables como frenarlas votando al PSOE o al PP) y que, por esto mismo, llama a la recuperación de la soberanía perdida, a su redefinición en un marco global, a la producción de otras instituciones que permitan a la ciudadanía recuperar el control sobre los procesos de decisión que implementan las políticas públicas, sobre los actores que deciden tales políticas, etc. Se trata de tomar consciencia del calado de la crisis de lo político, de comprender que esta no se limita al agotamiento del proyecto político del partido socialista bajo el liderazgo de Zapatero o a su perfecta indefinición bajo el aura gris de Rubalcaba. 

A tal fin es preciso elegir entre la opción de la impotencia que prefigura el pensamiento único, la prensa maistream, y la alternativa que ya ofrece el movimiento como la opción de pensar en otros términos: en los términos de la producción de una nueva institucionalidad democrática que permita recuperar el control político de la economía, no ya por las agencias estatales que históricamente nos han demostrado estar al servicio del mando sino de las nuevas instituciones del común, de la res publica y el gobierno de la gente. 

La disyuntiva se agudiza cada vez más entre quienes querrán leer el 15O, de acuerdo con el mando, como una expresión política de impotencia ante la eventual victoria del PP y quienes preferimos optar por seguir en los procesos de lucha cotidianos por la supervivencia de lxs de abajo. No queremos optar por una variante de derechas u otra de izquierdas; ni siquiera ya por una de izquierda más a la izquierda que se ha demostrado una estrategia inútil en nuestra experiencia cotidiana del poder y sus abusos. Queremos optar por un cambio de régimen, por un proceso constituyente, por la restitución del derecho a decidir sobre lo que nos toca. 

Ya es tarde para la reforma de lo que conocemos. Toca el cambio; un cambio que se tiene que producir desde abajo y desde afuera, no desde arriba a la izquierda. existen las herramientas y no nos faltan en la economía cooperativa, en la política de movimiento, en nuestro propio universo cotidiano las opciones para profundizar en la organización de la autonomía. No es una utopía, es la realidad de quienes somos diariamente expulsados de los servicios públicos, despojados del fruto de nuestro trabajo, desalojados de nuestras casas. No se trata de una opción electoral, sino vital: la de permanencer siendo guiado por las reglas heterónomas del capitalismo o la de optar por la autonomía del antagonismo con el mando y el agonismo con los iguales. El 15O ofrece esta opción, pero la validez de una lectura como la que ofrece esete acontecimiento sólo radica en la opción que prefieras. 

¿Y tú qué eliges?