El ciclo de la huelga prepara el #12M15M
Las huelgas han sido un nuevo éxito de
la política de movimiento. Que los ayuntamientos en manos de los
conservadores hayan optado por encender la luz durante el día con el
único objeto de intentar menguar las estadísticas que prueban la
parálisis total del país es la mejor prueba. Manipulan de manera
burda hasta las más elementales reglas de juego.
Pero si hemos dicho “huelgas” y no
“huelga”, en singular, es porque, en realidad, esta huelga ha
sido doble. Por una parte ha sido la huelga general convocada por los
timoratos sindicatos españoles, siempre prudentes a la hora de
convocar a la movilización social y que durante las últimas décadas
han dejado la iniciativa a sucesivos gobiernos y partidos. Pero, por
otra parte, también ha sido una huelga otra; una forma emergente de
repertorio de acción colectiva que apenas ha comenzado a dar sus
primeros pasos, pero que como hemos podido ver desde la anterior
huelga del 29S madura a gran velocidad.
En efecto, la huelga general sindical
está viendo emerger otro tipo de huelga: la huelga metropolitana del
precariado, animada por redes de activistas que no han cesado de
formarse, de agregarse, de recombinarse en los últimos meses. Este
otro tipo de huelga ha desbordado el viejo repertorio de la parálisis
del transporte, del paro fabril, del colapso de la producción
provocado desde los centros de trabajo y ha puesto de relieve otro
repertorio concurrencial, innovador, dinamizador y capaz de proyectar
sinérgicamente la política de movimiento más allá de sus formas
tradicionales: centros universitarios ocupados desde el lunes,
huelgas de consumo, piquetes metropolitanos de jóvenes, migrantes,
mujeres o gente mayor, la riqueza desplegada una vez más por esta
multitud no conoce las limitaciones institucionales de la acción
social concertada que en su día se instituyó con los Pactos de la
Moncloa.
El progreso del nuevo repertorio no es
fácil, todavía no está institucionalizado y apenas alcanza a
definir una estrategia común. Por si fuera poco, la izquierda
tradicional, tras años de resistencialismo y posiciones defensivas,
no pocas veces lo ha atacado de manera visceral, ideológica, carente
de alternativas que ofrecer más allá de la hegemonía que ha
mantenido sobre el trabajo representado en las negociaciones (cada
vez más distante y menos representativo del trabajo real). No
importa, la ola de movilizaciones prosigue con éxito un camino que
deja ya una estela de éxitos: el 29F, el 17N, el 15O, el 15M, el
29S...
Esta ola es imparable. No al menos
mientras el régimen político no cambie de rumbo. Nada apunta a que
será así. Ya en verano el mando blindó el régimen contra
cualquier posibilidad modificando la Constitución de 1978 por medio
del pacto entre el partido socialista y el partido popular. A pesar
de la persistente reivindicación del 15M para modificar la ley
electoral, los grandes partidos, obscenos beneficiarios de esta
lógica, están dispuestos a seguir manteniendo esta piedra angular
del mando mientras sea posible.
De hecho, sólo la movilización en la
calle, la emergencia de nuevos actores, la disociación y el
distanciamiento entre la constitución formal del gobierno y la
constitución material de la sociedad, abren una posibilidad con
futuro. La ruptura del régimen y la instauración de un régimen
alternativo es cada día menos el deseo ideológico del
revolucionario y más el imperativo de la situación cotidiana de la
gente corriente. Quien quiera trabajo tendrá que organizarse en una
cooperativa, quien quiera aprender tendrá que organizarse su propia
universidad alternativa, quien quiera obtener cultura tendrá que
compartirla. Este es el régimen político del común que progresa
hoy en las calles.