La falta de concordancia entre el sujeto "pueblo" y la forma verbal "som" es la mejor evidencia de la imposibilidad de enunciar, en las soluciones argumentales de la modernidad, un discurso solvente para con las exigencias de una gramática política actual. Y es que ser, desde el pueblo en los términos del actual estado de cosas, sólo puede significar devenir la solución de lo múltiple, reconocerse multitud. Urge volver la vista atrás e identificar la particular genealogía política que nos conduce desde Maquiavelo al presente pasando por las grandes revoluciones de la modernidad.
Desde ahí se puede observar como, a la manera del We the People de otrora, el "pueblo" o sujeto de y por el mando que somos se convierte en el sujeto que acomete, por su propia y única acción posible (la desobediencia al mando), la liberación de su condición ontológica, de su ser pluralidad irreductible, de su condición de multitud. Asistimos hoy a la escenificación pública de un sujeto cuya única posibilidad verbal es la de des/sujetar/se del mando por medio de los procesos de subjetivación antagonista que reclama el proyecto autónomo de ser la propia solución a la crisis. Toda tentativa de "solucionar" las necesidades de la multitud en alguna nueva modalidad de sujeción (ni que esta sea, únicamente, discursiva), comporta la propia reconfiguración del enjambre sobre el que ésta se organiza de suerte tal que las agencias de enunciación del nuevo (o no tan nuevo) sujeto implosionen ante el vacío de un cuerpo social móvil, fluido, contingente en sus figuraciones políticas.