dilluns, de novembre 28, 2011

[ es ] La revuelta de la universidad precaria

Artículo escrito a cuatro manos con Carlos E. Delclós para Diagonal (nº 162)


Las movilizaciones del 17N se encuentran en el centro del conflicto en que hoy se dirime el modelo de sociedad: a un lado, una variante de capitalismo basado en el conocimiento; al otro, un intelecto colectivo productor del común. En las universidades se desplegó una gran diversidad táctica que fue desde las más modestas acciones simbólicas hasta la huelga y total parálisis de no pocos centros. Se trata de la primera gran ruptura contra el mando neoliberal en la universidad desde las luchas contra el Plan Bolonia. Nos encontramos ante dos bandos enfrentados en pugna por definir la sociedad del conocimiento: a un lado, el bando neoliberal; al otro, la universidad precaria.


Para comprender el 17N es preciso situarlo en perspectiva. En este sentido, podemos considerar que con la crisis se ha iniciado una tercera etapa de cambio institucional y (re)composición técnica del trabajo en la universidad desde la dictadura. En la primera etapa, desarrollada con las leyes de autonomía y reforma universitaria (LAU/LRU) desde 1979 en adelante, asistimos a una masificación que permitió el acceso del trabajador fordista (o de sus hijos) a los ciclos de formación superior. El objetivo entonces era formar la mano de obra cualificada que requería la sociedad de servicios.

La segunda, que se inicia con el Informe Bricall y se hace ley en la LOU, subordina el modelo de universidad al proyecto neoliberal. Por medio de la financiación, diseños curriculares, agencias de evaluación, relación con las empresas, etc., se sientan las bases institucionales para la posterior implementación del Plan Bolonia, todavía en curso. Llegamos así al momento actual en que, con el pretexto de la crisis, se blinda el neoliberalismo y se asegura, por medio de la “gobernanza universitaria” (elitización del acceso, depreciación del grado, selección clasista de los másteres, etc.), su despliegue en un contexto de tensión social creciente. Lo que hasta ahora eran escenarios desconectados, en lo sucesivo se nos presentarán como diferentes arenas de una misma lucha antineoliberal.

Ya desde la preparación del 17N quedaron a la vista dos lógicas excluyentes: por un lado, la dinámica asamblearia del 8 de octubre en Barcelona; por el otro, el repliegue sindical sobre las tácticas obsoletas de construcción de hegemonía en el movimiento. Tras estas lógicas se esconde un cambio mucho más profundo, resultado de la implementación neoliberal. A saber: el fin de las fronteras entre las figuras del trabajo universitario (profesores e investigadores, personal de servicios y estudiantes).

Cabría preguntarse ¿qué es, en rigor, un becario que trabaja en una biblioteca mientras realiza su tesina? La precariedad no es una coyuntura generacional, es el futuro neoliberal. Sólo una ínfima parte de quienes accedan a los estudios superiores podrá alcanzar la seguridad laboral de las figuras del trabajo fijo. La Universitat Pompeu Fabra –la única situada entre las 200 mejores a nivel global– nos muestra en qué realidad sociolaboral se basa la llamada excelencia.

Con sólo un 19% de profesorado fijo (14% funcionarios y 5% laborales permanentes), la UPF viola de manera flagrante los límites legales prescritos por la LOU (un 51% debería ser fijo). Por si fuera poco, el personal fijo ni carga con el mayor peso de la docencia, ni dispone necesariamente un perfil más adecuado. A menudo ha crecido al amparo de una trayectoria curricular privilegiada, originada en una endogamia que dice criticar. Las ventajas en la carrera académica le ha eximido de las exigencias pedagógicas. Su excelencia acaba siendo más aparente que real.

Tanto más evidente resulta esto si pensamos en los fichajes “estrella”, sean éstos catedráticos famosos o casos como el de Carod-Rovira. Piezas centrales del discurso de la excelencia, sus contribuciones efectivas son en ocasiones más que cuestionables en el ámbito de la investigación e irrisorias en la docencia. Por el contrario, parece que su función más importante, a juzgar por las intervenciones del rector de la UPF en televisión, sea la de pergeñar una marca global.

El 17N marca la apertura de un nuevo escenario de conflicto. Atrás quedan la “representación sindical no representativa” y por delante el repertorio de asambleas y redes sociales. El 8 de octubre una asamblea universitaria se convertía en trending topic. La desterritorialización de la red abría la deliberación a un ágora virtual que implicaba a un demos mucho mayor que los presentes en la asamblea. Mientras que los sindicatos sólo veían la pugna por este sujeto, el repertorio del 15M en el 17N hacía posible que la confluencia en la precariedad de profesores y personal de administración y servicios con el estudiantado desbordase las viejas prácticas y abriese el horizonte que nos aguarda.