dimecres, de gener 23, 2013

[ es ] La independencia como espectáculo


Se puede leer en El Confidencial el siguiente titular "El 'Parlament' vota hoy su 'Adéu Espanya' sin ningún valor jurídico". Por una vez, un titular riguroso en prensa (ni que sea por casualidad). Y ojo, que no le falta valor jurídico a esta "declaración solemne" (en rigor "declaración solipsista") por el hecho de ser o no ser expresión de una voluntad legítima (aunque por lo visto sólo un tercio de los encuestados la veía con buenos ojos). Su futilidad radica en que carece por completo de algo fundamental: force de loi, esto es, la congruencia con una constitución material que haga valer aquello que significan sus palabras. Más allá del hecho de que su formulación textual deja mucho que desear, incluso en los términos del discurso político con el que se identifica, es sobre todo en la farsa que organiza su pragmática (en la carencia absoluta de bases materiales que validen sus palabras) donde se desvela la verdadera naturaleza de esta declaración.

La independencia como espectáculo sin fundamento político, el gesto vanal del enfant terrible que amenaza a los padres con irse de casa, pero que evidentemente no es capaz de cruzar el umbral de la puerta ante la sola figuración de lo que puede significar tener que vivir en el mundo real. De igual modo, una clase política hecha de niños mimados, cleptócratas y corruptos; pretende agitar banderas para ocultar con ellas los recortes, robos y abusos de poder que se siguen cometiendo día sí y día también.

Nadie que vote a favor de esto puede ser considerado, en términos estrictamente políticos, un independentista. Oportunistas, farsantes, vividores, si acaso; ideológicos, retóricos, identitarios, tal vez; pero jamás representantes de nada que no sea el agregado de intereses espúrios que les mantiene en el poder por medios perfectamente ilegítimos, ajenos a una democracia plena, nacidos de la manipulación mediática, campañas financiadas con dineros ajenos y la ignorancia de no poca gente.

El Parlament puede votar hoy todos los "Adéu Espanya" que quiera, ya que no vota "Adéu Troika", no vota "Adéu retallades", no vota "Adéu capitalisme", no vota adéu a nada digno de ser despedido; precisamente porque eso que se llama Espanya, no pinta ya nada tampoco si no es, precisamente, como un eslabón más en la cadena de mando de los mercados financieros, de la Troika, de las instancias que están reduciendo a cenizas cualquier atisbo de bienestar. 

Cierto que hay quien pueda creerse, en su abyecta ambición de poder personal, que subir un escalón en la cadena de mando puede ser digno de ser llamado "plena soberanía" por no decir cosas peores como "liberación nacional". Pero es justo por esta lógica del querer ascender, por el arribismo inmanente de la acumulación de poder a cualquier precio, incluso al precio de dejar de tener aquello que a uno corresponde por su igual dignidad de nacimiento o nación, que quien así piensa, se delata como lo que es: un oportunista, un codicioso, un opresor en potencia; alguien a quien sólo le importa su pellejo y, además, a cualquier precio.

No es, en fin, en esta lógica en la que se producirá jamás una liberación de la opresión a que nos aboca en un mundo injusto nuestra condición de nacimiento; no es porque podamos devenir opresores absolutos de otros que nos liberaremos por completo de nuestra propia opresión. Tan sencillo como que esa no es la naturaleza del poder ni de la condición humana. Hoy será un día histórico para Catalunya, en efecto, el día del oprobio nacional de una nación derrotada por la ambición, la desesperación y la cobardía de su estamento político.