dijous, de gener 31, 2013

[ es ] La figuración de lo salvaje


Por una de esas afortunadas casualidades que tanto me aficiona a surfear cotidianamente en la red, me he encontrado con esta hermosísima figurita del hombre-león de Ulm. Echad un ojo a la página web. Merece la pena detenerse un rato a contemplar este vestigio.

Siempre me ha parecido fascinante esa relación simbiogenética que late en los imaginarios del animal humano. Nos ha acompañado a lo largo de los siglos, desde nuestros más remotos orígenes y acaso desvele, por ello mismo, un rastro, una genealogía a la que, me temo, no podramos sustraernos. 

Al animal-humano parece interesar, desde antes de siempre quizá, la simbiosis con el animal-otro en su propia figuración. La búsqueda de esos atributos que incorporarnos, de esos implantes con que liberarnos de las limitaciones de nuestro ser en el mundo; de esos prodigiosos injertos, en fin, que nos confiriesen el don de hibridar en nosotros la ventaja del animal-otro que tanto echamos de menos.

No parece que se pueda datar un origen posterior a su propia condición cuando de esa búsqueda incesante del otro-animal en sí se trata. En vano la conjura moderna del hobbesiano hombre lobo-para-sí haya intentado desterrar por completo esta necesidad del otro-animal en sí. 

En efecto, por más que toda la biopolítica se haya organizado con el fin único de llevar a cabo esa misma conjura, librada incluso hasta los abisales confines de las más profundas batallas interiores sobre los imaginarios, al final siempre ha acabado viniendo un interior anterior a recordar/nos y a recordar, en definitiva, el simbionte que somos.