dijous, de febrer 28, 2008
dimarts, de febrer 26, 2008
[ es ] Entrevista sobre Kosova
Estación Europa es un programa semanal que producen Beatriz Diez y Alejandro Pintamalli. Se compone de una sección de noticias sobre el viejo continente y un reportaje especial, sobre un tema actual. Una vez al mes, ofrece su espacio al Foro europeo, una mesa redonda conducida desde Bruselas. Se emite los martes y se repite los viernes.
Intro al reportaje "independencia de Kosovo"
No por esperada, la noticia de la autoproclamada independencia de Kosovo ha dejado de conmocionar el panorama internacional. El domingo a primera hora de la tarde en Europa, los diputados del parlamento kosovar aprobaron el siguiente texto: "Nosotros, los líderes elegidos democráticamente por nuestro pueblo, proclamamos a través de esta declaración que Kosovo es un Estado soberano e independiente".
El trabajo que queda por delante es arduo y complicado. De forma inmediata, la proclamación de la independencia de Kosovo provocó reacciones airadas desde Serbia y Rusia, país que utilizó su poder de veto dentro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para impedir que dicho organismo reconozca la independencia de Kosovo. Por su parte, los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea se reunieron el lunes para discutir cómo afrontar la situación.
+ Audio introductorio
+ Entrevista
Intro al reportaje "independencia de Kosovo"
No por esperada, la noticia de la autoproclamada independencia de Kosovo ha dejado de conmocionar el panorama internacional. El domingo a primera hora de la tarde en Europa, los diputados del parlamento kosovar aprobaron el siguiente texto: "Nosotros, los líderes elegidos democráticamente por nuestro pueblo, proclamamos a través de esta declaración que Kosovo es un Estado soberano e independiente".
El trabajo que queda por delante es arduo y complicado. De forma inmediata, la proclamación de la independencia de Kosovo provocó reacciones airadas desde Serbia y Rusia, país que utilizó su poder de veto dentro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para impedir que dicho organismo reconozca la independencia de Kosovo. Por su parte, los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea se reunieron el lunes para discutir cómo afrontar la situación.
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+ Entrevista
diumenge, de febrer 24, 2008
[ es ] Los partidos y la crisis del Estado de las Autonomías
Publicado en Diagonal, nº 72, 21 de febrero de 2008
Se acercan las elecciones y la agenda pública se presenta cada vez más marcada por temas de campaña que dependen de la cuestión nacional. Desde la recuperación de competencias en educación a las inversiones en infraestructuras, pasando por el conflicto vasco o las políticas de migración, la pugna por el votante indeciso se articula en torno a propuestas partidistas ligadas al modelo de Estado. Significativamente, gracias al márketing electoral, temas como la precariedad, la educación, el aborto o la vivienda están siendo relegadas a un segundo plano.
Así las cosas, el desarrollo del debate prefigura un terreno de confrontación argumentativa en el que la solución a la cuestión nacional se está convirtiendo en la clave de la movilización emocional necesaria para traducir las preocupaciones sociales en votos. Bajo esta perspectiva se puede observar un panorama en el que el PP se afirma como la variante nacional-católica del Estado nacional unitario: uniforme en lo cultural, aunque moderadamente descentralizado en lo administrativo. Los nacionalismos sin Estado (pero con ganas de tener uno) se afirman en un amplio abanico de alternativas que van desde el blindaje competencial del Estado de las Autonomías hasta las puertas de la secesión, siempre sobre la base de una política del reconocimiento traducida en asimetrías institucionales.
Españolismo y excepción
Para la izquierda de referente estatal, el federalismo sigue siendo la asignatura pendiente. Por una parte, hay quienes defienden descentralización y una cierta política del reconocimiento traducible en asimetrías institucionales (minoría en el PSC y mayoría en IU-ICV); por la otra, quienes propugnan la primera, pero niegan radicalmente la segunda (mayoría PSOE y minoría IU-ICV). Especial mención merecen aquí las candidaturas ciudadanistas del “nacionalismo negativo” español como Unión, Progreso y Democracia o Ciutadans. Hijas de la era Aznar, aspiran a valorizar algunas pequeñas elites en el epicentro del debate activando un nacionalismo negativo español que no se quiere reconocer en su propia genealogía histórica y sabe que la Constitución de 1978 es suficiente para culminar a medio plazo la construcción de “España” como Estado-nación.
Por último, la izquierda abertzale continuará bajo una excepción visible en el encarcelamiento de sus militantes, la “descontaminación” de sus listas, etc. Como trasfondo, sectores del poder judicial sin duda interesados en influir indirectamente en el resultado electoral.
Se acercan las elecciones y la agenda pública se presenta cada vez más marcada por temas de campaña que dependen de la cuestión nacional. Desde la recuperación de competencias en educación a las inversiones en infraestructuras, pasando por el conflicto vasco o las políticas de migración, la pugna por el votante indeciso se articula en torno a propuestas partidistas ligadas al modelo de Estado. Significativamente, gracias al márketing electoral, temas como la precariedad, la educación, el aborto o la vivienda están siendo relegadas a un segundo plano.
Así las cosas, el desarrollo del debate prefigura un terreno de confrontación argumentativa en el que la solución a la cuestión nacional se está convirtiendo en la clave de la movilización emocional necesaria para traducir las preocupaciones sociales en votos. Bajo esta perspectiva se puede observar un panorama en el que el PP se afirma como la variante nacional-católica del Estado nacional unitario: uniforme en lo cultural, aunque moderadamente descentralizado en lo administrativo. Los nacionalismos sin Estado (pero con ganas de tener uno) se afirman en un amplio abanico de alternativas que van desde el blindaje competencial del Estado de las Autonomías hasta las puertas de la secesión, siempre sobre la base de una política del reconocimiento traducida en asimetrías institucionales.
Españolismo y excepción
Para la izquierda de referente estatal, el federalismo sigue siendo la asignatura pendiente. Por una parte, hay quienes defienden descentralización y una cierta política del reconocimiento traducible en asimetrías institucionales (minoría en el PSC y mayoría en IU-ICV); por la otra, quienes propugnan la primera, pero niegan radicalmente la segunda (mayoría PSOE y minoría IU-ICV). Especial mención merecen aquí las candidaturas ciudadanistas del “nacionalismo negativo” español como Unión, Progreso y Democracia o Ciutadans. Hijas de la era Aznar, aspiran a valorizar algunas pequeñas elites en el epicentro del debate activando un nacionalismo negativo español que no se quiere reconocer en su propia genealogía histórica y sabe que la Constitución de 1978 es suficiente para culminar a medio plazo la construcción de “España” como Estado-nación.
Por último, la izquierda abertzale continuará bajo una excepción visible en el encarcelamiento de sus militantes, la “descontaminación” de sus listas, etc. Como trasfondo, sectores del poder judicial sin duda interesados en influir indirectamente en el resultado electoral.
dimarts, de febrer 19, 2008
[ es ] I Seminario internacional sobre la investigación en humanidades
Participación como discussant en la tercera sesión del I Seminario internacional sobre la investigación en humanidades Espacio, tiempo y perspectiva de la interpretación.
De 13h a 15h, a la Sala Albert Calsamiglia (40.035)
+ info aquí
III sesión :: Relecturas para la política contemporánea :: abstracts
De 13h a 15h, a la Sala Albert Calsamiglia (40.035)
+ info aquí
III sesión :: Relecturas para la política contemporánea :: abstracts
- Jordi López, Reconstruir el sujeto crítico más allá de la postmodernidad.
- YoDenis Guirola, Apuntes hermenéuticos para una relectura crítica del Manifiesto Comunista en la práctica histórica latinoamericana.
- Alejandro Vélez, Obsesión por la seguridad después del 11-S.
[ cat ] Classe de moviments socials
De 9h a 10 i de 10h a 11h demà, 2o de febrer, classe introductòria als moviments socials dins de l'assignatura Teoria de l'acció col·lectiva del professor Jaume López.
diumenge, de febrer 10, 2008
[ es ] Cine y epistemología
¿Puede un asunto tan árido como la epistemología ser llevado al cine? La última película de Alex de la Iglesia, Crímenes de Oxford, demuestra que sí; que algo así es posible.
Ciertamente, ya otras películas como El nombre de la Rosa, de Jean-Jacques Annaud habían demostrado que es posible ligar el debate epistemológico a la ficción cinematográfica. La clave para ello: el recurso a un género cuyo principal rasgo radica en el problema del conocimiento de la verdad.
En efecto, el thriller asegura al ingenio recursos narrativos con los que plantear una cuestión tan compleja como fundamental: ¿es posible llegar a conocer la verdad? Tal es la pregunta que recorre la película hasta su última imagen.
Alex de la Iglesia, a la sazón licenciado en filosofía, nos ha facilitado así algunas escenas que todo estudiante de ciencias sociales debería ver; especialmente en estos días en que tan confundidas se nos presentan en las aulas ciencia y tecnología, saber e información.
+ infos sobre la película
+ info sobre la proyección en Barcelona
Ciertamente, ya otras películas como El nombre de la Rosa, de Jean-Jacques Annaud habían demostrado que es posible ligar el debate epistemológico a la ficción cinematográfica. La clave para ello: el recurso a un género cuyo principal rasgo radica en el problema del conocimiento de la verdad.
En efecto, el thriller asegura al ingenio recursos narrativos con los que plantear una cuestión tan compleja como fundamental: ¿es posible llegar a conocer la verdad? Tal es la pregunta que recorre la película hasta su última imagen.
Alex de la Iglesia, a la sazón licenciado en filosofía, nos ha facilitado así algunas escenas que todo estudiante de ciencias sociales debería ver; especialmente en estos días en que tan confundidas se nos presentan en las aulas ciencia y tecnología, saber e información.
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divendres, de febrer 08, 2008
[ es ] El rearme del nacionalismo español
Artículo publicado en Diagonal, nº 71, 7 a 20 de febrero.
Termina la legislatura del “¡España se rompe!”; la legislatura en que las Cortes liquidaron el Plan Ibarretxe, progresó la excepción mediante la aplicación de la ley de partidos y se precipitó el fin de la tregua de ETA, cerrándose con ello todas las posibilidades de resolución negociada (vale decir ‘política’) al conflicto vasco. En estos cuatro años, sin embargo, el epicentro de ese constructo mediático llamado “crispación” también se ha desplazado por un tiempo de Euskal Herria a Catalunya. Carod Rovira reemplazó así a Arzalluz y a Ibarretxe en la personificación del peligro secesionista. La política del prejuicio xenófobo se ha llevado al extremo incluso de organizarse campañas de boicot a los productos catalanes.
El que ahora termina ha sido también un período en que se ha dejado el Estatut de Catalunya a expensas de un veredicto sobre su constitucionalidad. La promesa de un proceso estatutario hecho ‘desde abajo’, de acuerdo con el que el Gobierno central aceptaría sin ambages la propuesta del Parlament, se ha demostrado tan falaz como dependiente de la correlación de fuerzas interna del PSC. El Estatut, por demás, ha terminado siendo refrendado con un récord de abstencionismo y una desafección política sin precedentes. No muy distintas han sido, por cierto, las demás reformas estatutarias que han tenido lugar, marcadas igualmente por un profundo desinterés y la falta de participación. Eso sí, para la ocasión, la crítica al incremento competencial no ha sido objeto de la misma insidia que en el caso del Estatut.
Estos han sido, en fin, los años en que al PSOE le han surgido algunas pequeñas y muy mediáticas escisiones (Ciutadans; Unión, Progreso y Democracia...) inspiradas por ese “nacionalismo negativo” español para el que todo comienza en 1978 y la nación fuerte se puede presentar como víctima con el único fin de legitimar sus abusos. Hemos visto, así, como Montilla conseguía desbancar a Maragall y hacerse con la presidencia de la Generalitat gracias a la mayor sangría de votos que ha conocido el PSC (paradojas catalanas: todo ello no ha impedido un nuevo tripartito). El reforzamiento de la tensión centralista también se ha llevado por delante al líder del PP en Catalunya, Josep Piqué.
Así las cosas, el balance de la legislatura apunta claros síntomas de agotamiento del Estado de las autonomías y un rearme indudable del nacionalismo español, bajo sus formas más dispares, desde el nacionalcatolicismo hasta el ciudadanismo, pasando por el populismo. No se han de confundir, empero, las distintas retóricas de este españolismo con los procesos de fondo que lo impulsan.
En rigor, a lo largo de estos años hemos asistido a un agotamiento de la constitución formal del régimen (Constitución de 1978) y al progreso de importantes reajustes estatales ante los cambios operados en la constitución material de la sociedad por efecto de la globalización. De hecho, bajo esta óptica, se observa claramente cómo la tensión nacionalista española ha preparado, por una parte, la legitimación de la suspensión de garantías constitucionales (ilegalización de candidaturas, proceso 18/98, etc.) y el cuestionamiento de toda política del reconocimiento de la diversidad cultural (negación de calificar a Catalunya como nación en el Estatut), a la par que, por la otra, ha facilitado el progreso de una descentralización administrativa reuniformizadora (el “café para todos”). Una única idea domina la gobernanza del poder soberano: la excepción. Así, el régimen político de 1978, la monarquía constitucional, se ha hecho obsceno ante la democratización de la sociedad y por ello mismo se requiere de la ciudadanía la aquiescencia del súbdito. La disidencia es perseguida al punto de que los símbolos del régimen han de ser defendidos de la libertad de expresión. La renovación del poder judicial es obstruida para asegurar la unidad de quienes gestionan la excepción.
En el trasfondo de todo ello nos encontramos con las transferencias y mutaciones del poder soberano que acompañan a la tentativa de instauración de un modo de mando global. La escisión abierta por la globalización entre las constituciones de 1978 (la constitución formal) y de 2008 (la constitución material) anuncia así la crisis constitucional del viejo soberano (el Estado) y prefigura hoy un escenario antagonista global de confrontación entre la política del movimiento y la nueva forma de la soberanía: el Imperio.
Termina la legislatura del “¡España se rompe!”; la legislatura en que las Cortes liquidaron el Plan Ibarretxe, progresó la excepción mediante la aplicación de la ley de partidos y se precipitó el fin de la tregua de ETA, cerrándose con ello todas las posibilidades de resolución negociada (vale decir ‘política’) al conflicto vasco. En estos cuatro años, sin embargo, el epicentro de ese constructo mediático llamado “crispación” también se ha desplazado por un tiempo de Euskal Herria a Catalunya. Carod Rovira reemplazó así a Arzalluz y a Ibarretxe en la personificación del peligro secesionista. La política del prejuicio xenófobo se ha llevado al extremo incluso de organizarse campañas de boicot a los productos catalanes.
El que ahora termina ha sido también un período en que se ha dejado el Estatut de Catalunya a expensas de un veredicto sobre su constitucionalidad. La promesa de un proceso estatutario hecho ‘desde abajo’, de acuerdo con el que el Gobierno central aceptaría sin ambages la propuesta del Parlament, se ha demostrado tan falaz como dependiente de la correlación de fuerzas interna del PSC. El Estatut, por demás, ha terminado siendo refrendado con un récord de abstencionismo y una desafección política sin precedentes. No muy distintas han sido, por cierto, las demás reformas estatutarias que han tenido lugar, marcadas igualmente por un profundo desinterés y la falta de participación. Eso sí, para la ocasión, la crítica al incremento competencial no ha sido objeto de la misma insidia que en el caso del Estatut.
Estos han sido, en fin, los años en que al PSOE le han surgido algunas pequeñas y muy mediáticas escisiones (Ciutadans; Unión, Progreso y Democracia...) inspiradas por ese “nacionalismo negativo” español para el que todo comienza en 1978 y la nación fuerte se puede presentar como víctima con el único fin de legitimar sus abusos. Hemos visto, así, como Montilla conseguía desbancar a Maragall y hacerse con la presidencia de la Generalitat gracias a la mayor sangría de votos que ha conocido el PSC (paradojas catalanas: todo ello no ha impedido un nuevo tripartito). El reforzamiento de la tensión centralista también se ha llevado por delante al líder del PP en Catalunya, Josep Piqué.
Así las cosas, el balance de la legislatura apunta claros síntomas de agotamiento del Estado de las autonomías y un rearme indudable del nacionalismo español, bajo sus formas más dispares, desde el nacionalcatolicismo hasta el ciudadanismo, pasando por el populismo. No se han de confundir, empero, las distintas retóricas de este españolismo con los procesos de fondo que lo impulsan.
En rigor, a lo largo de estos años hemos asistido a un agotamiento de la constitución formal del régimen (Constitución de 1978) y al progreso de importantes reajustes estatales ante los cambios operados en la constitución material de la sociedad por efecto de la globalización. De hecho, bajo esta óptica, se observa claramente cómo la tensión nacionalista española ha preparado, por una parte, la legitimación de la suspensión de garantías constitucionales (ilegalización de candidaturas, proceso 18/98, etc.) y el cuestionamiento de toda política del reconocimiento de la diversidad cultural (negación de calificar a Catalunya como nación en el Estatut), a la par que, por la otra, ha facilitado el progreso de una descentralización administrativa reuniformizadora (el “café para todos”). Una única idea domina la gobernanza del poder soberano: la excepción. Así, el régimen político de 1978, la monarquía constitucional, se ha hecho obsceno ante la democratización de la sociedad y por ello mismo se requiere de la ciudadanía la aquiescencia del súbdito. La disidencia es perseguida al punto de que los símbolos del régimen han de ser defendidos de la libertad de expresión. La renovación del poder judicial es obstruida para asegurar la unidad de quienes gestionan la excepción.
En el trasfondo de todo ello nos encontramos con las transferencias y mutaciones del poder soberano que acompañan a la tentativa de instauración de un modo de mando global. La escisión abierta por la globalización entre las constituciones de 1978 (la constitución formal) y de 2008 (la constitución material) anuncia así la crisis constitucional del viejo soberano (el Estado) y prefigura hoy un escenario antagonista global de confrontación entre la política del movimiento y la nueva forma de la soberanía: el Imperio.
diumenge, de febrer 03, 2008
[ es ] La Revolución Rusa en "Lata de Zinc"
Con motivo del aniversario de la Revolución Rusa, la revista Lata de Zinc (nº 8, enero de 2008) dedicó su sección "debate enlatado" al tema realizando dos preguntas básicas a diversos autores (entre ellos a Holm-Detlev Kohler, Jaime Pastor o Felix Ovejero). Acaban de ser publicadas las respuestas.
"¿Qué valoración hace de la revolución rusa hoy, 90 años más tarde?"
En primer lugar entiendo que cabe cuestionarse la posibilidad misma de "valorar" un acontecimiento histórico. Por más tautológico que pueda parecer los acontecimientos "acontecen", no se "producen" y, por consiguiente, toda valoración ha de situarse en el terreno del agenciamiento subjetivo de los procesos históricos que algunos identifican como Revolución Rusa y otros preferimos identificar, de manera más analítica y ligada al examen de las olas de movilización, como Revolución de 1917. Así las cosas, desde el punto de vista de una genealogía de las luchas emancipatorias que han configurado nuestro decurso histórico, cabe cuestionarse seriamente toda la mitografía surgida a raíz del desmoronamiento de la Rusia zarista. Con la ventaja que nos ofrece la distancia en el tiempo, pero también la carencia de anteojeras identitarias, la Revolución de 1917 se revela en Rusia como una época de experimentación sin precedente (desde las primeras experiencias autogestionarias de Kronstadt hasta la liberación sexual promovida por autoras como Alexandra Kollontai, pasando por la impactante creatividad en todas las artes, desde las más antiguas hasta las más modernas, desde El Lissitzky hasta Sergei Eisenstein) a la que siguieron, en un brevísimo plazo de tiempo, algunas de las mayores aberraciones que haya conocido la humanidad.
"¿Qué factores cree determinaron el fracaso del sistema soviético?"
Los factores lógicamente son múltiples, pero de entre todos ellos destacaría la matriz autocrática del pensamiento leninista, tempranamente denunciada por Rosa Luxemburgo en su crítica de la socialdemocracia rusa. Al liquidar el carácter federal de los soviets e imponer el modelo de la autocracia del Partido por medio de la centralización del poder en el Soviet Supremo, el leninismo en cualquiera de sus declinaciones (estalinista, maoista, trotskista, etc) sentó las bases de un sistema concenado a la implosión desde su nacimiento. En efecto, en el ejercicio disciplinario extremo del modelo de sociedad-fábrica fordista se radicaban las razones de su fracaso venidero: el ahogamiento sistemático del potencial constituyente de una multitud atenazada por medio de los dispositivos del control totalitario, únicamente podían abocar a la lenta descomposición de un sistema incapaz de tener un feed-back mínimamente realista, fruto de la prohibición de toda forma de diversidad y disenso. El éxito productivista de la planificación burocrática en la economía de guerra, primero (constituida eso sí sobre la mayor cantidad de víctimas que jamás haya conocido un país en una guerra), y en la economía de reconstrucción de los bienes de equipo, más adelante, no pudo abocar sino al desastre ecológico y a la carrera armamentística, a la incapacidad de determinar las necesidades sociales y el desarrollo permanente de la represión, así como a un sinfín de variables que se terminaron conjugando en la implosión final que resultaría de la inevitable y reiterada irrupción de las multitudes en 1953 (Berlín), 1956 (Budapest), 1968 (Praga), 1981 (Gdansk) y, sobre todo 1989/1991 en el conjunto de los países
del Este.
"¿Qué valoración hace de la revolución rusa hoy, 90 años más tarde?"
En primer lugar entiendo que cabe cuestionarse la posibilidad misma de "valorar" un acontecimiento histórico. Por más tautológico que pueda parecer los acontecimientos "acontecen", no se "producen" y, por consiguiente, toda valoración ha de situarse en el terreno del agenciamiento subjetivo de los procesos históricos que algunos identifican como Revolución Rusa y otros preferimos identificar, de manera más analítica y ligada al examen de las olas de movilización, como Revolución de 1917. Así las cosas, desde el punto de vista de una genealogía de las luchas emancipatorias que han configurado nuestro decurso histórico, cabe cuestionarse seriamente toda la mitografía surgida a raíz del desmoronamiento de la Rusia zarista. Con la ventaja que nos ofrece la distancia en el tiempo, pero también la carencia de anteojeras identitarias, la Revolución de 1917 se revela en Rusia como una época de experimentación sin precedente (desde las primeras experiencias autogestionarias de Kronstadt hasta la liberación sexual promovida por autoras como Alexandra Kollontai, pasando por la impactante creatividad en todas las artes, desde las más antiguas hasta las más modernas, desde El Lissitzky hasta Sergei Eisenstein) a la que siguieron, en un brevísimo plazo de tiempo, algunas de las mayores aberraciones que haya conocido la humanidad.
"¿Qué factores cree determinaron el fracaso del sistema soviético?"
Los factores lógicamente son múltiples, pero de entre todos ellos destacaría la matriz autocrática del pensamiento leninista, tempranamente denunciada por Rosa Luxemburgo en su crítica de la socialdemocracia rusa. Al liquidar el carácter federal de los soviets e imponer el modelo de la autocracia del Partido por medio de la centralización del poder en el Soviet Supremo, el leninismo en cualquiera de sus declinaciones (estalinista, maoista, trotskista, etc) sentó las bases de un sistema concenado a la implosión desde su nacimiento. En efecto, en el ejercicio disciplinario extremo del modelo de sociedad-fábrica fordista se radicaban las razones de su fracaso venidero: el ahogamiento sistemático del potencial constituyente de una multitud atenazada por medio de los dispositivos del control totalitario, únicamente podían abocar a la lenta descomposición de un sistema incapaz de tener un feed-back mínimamente realista, fruto de la prohibición de toda forma de diversidad y disenso. El éxito productivista de la planificación burocrática en la economía de guerra, primero (constituida eso sí sobre la mayor cantidad de víctimas que jamás haya conocido un país en una guerra), y en la economía de reconstrucción de los bienes de equipo, más adelante, no pudo abocar sino al desastre ecológico y a la carrera armamentística, a la incapacidad de determinar las necesidades sociales y el desarrollo permanente de la represión, así como a un sinfín de variables que se terminaron conjugando en la implosión final que resultaría de la inevitable y reiterada irrupción de las multitudes en 1953 (Berlín), 1956 (Budapest), 1968 (Praga), 1981 (Gdansk) y, sobre todo 1989/1991 en el conjunto de los países
del Este.
divendres, de febrer 01, 2008
[ cat ] 1808: història d'un fracàs
Article publicat per La Directa, Nº 79, pàg. 6, el 30 de gener
Arturo Pérez Reverte ha tornat a perpetrar una novel•la d'ambientació històrica. Per variar ha triat un esdeveniment fonamental de la mitografia nacionalista espanyola: el 2 de maig de 1808. L'activitat mitopoiética de l'autor ja havia abordat amb anterioritat episodis heroics de la historiografia nacionalista espanyola com les Guerres de Flandes (a través del personatge Capità Alatriste) o la Batalla de Trafalgar. Els seus treballs constituïxen, de fet, un exemple efectiu de agenciament nacionalista dels esdeveniments històrics adequat a les exigències ideològiques dels nostres dies.
En aquesta ocasió (el màrqueting editorial obliga) l'autor de Cartagena dedica els seus esforços a l'esdeveniment del bicentenari de la Guerra d'Independència. Els esforços de promoció que s'han pogut començar a observar aquests dies anuncien un més que possible èxit comercial. I és que, amb tota probabilitat, aquest any assistirem a una ofensiva nacionalista orientada a convèncer-nos que 1808 va ser el moment heroic fundacional de l'Espanya liberal, moderna i democràtica. Sens dubte, s'elogiarà la maduresa d'un "poble espanyol" capaç d'instaurar una monarquia constitucional a l'altura de la més exigent teoria d'Estat i que encara avui no ha estat superada. Per altra banda, vistes les dificultats actuals per les quals passa la Corona, no serà estrany que el règim polític que ens governa se'ns arribi a presentar fins i tot com el destí manifest de la Nació.
Davant el previsible bombardeig mediàtic no estaria de més seguir la recomanació de Theodor W. Adorno, qui aconsellava deconstruir la deriva feixista del nacionalisme alemany "treballant el passat de manera conscient". Aquest autor, representant destacat de l'Escola de Frankfurt, advertia de la importància de no deixar la memòria col•lectiva en mans dels historiadors, igual que no s'ha de deixar la política en mans dels polítics. Segurament l'única manera de plantar cara a la mitopoiesi nacionalista espanyola que ens espera, és pensar críticament que va suposar 1808 i què motiva la seva recuperació avui dia.
Potser així puguem veure que el bicentenari que es celebra va ser un moment de ruptura constituent protagonitzat per una multitud que va reivindicar la seva llibertat davant el poder sobirà que encaranaven els exèrcits francesos. Una multitud de la qual cap dubtar aspirés a constituir-se com "Espanya" quatre anys més tard, quan les Corts de Cadis van aprovar la primera i efímera Constitució espanyola de 1812 (derogada tot just dos anys més tard per l'absolutisme borbònic). Menys encara va ser 1808 un moment heroic de un suposat "poble espanyol", sinó més aviat la legítima revolta desesperada dels qui -per un moment- van veure l'oportunitat de poder influir en el seu destí.
Arturo Pérez Reverte ha tornat a perpetrar una novel•la d'ambientació històrica. Per variar ha triat un esdeveniment fonamental de la mitografia nacionalista espanyola: el 2 de maig de 1808. L'activitat mitopoiética de l'autor ja havia abordat amb anterioritat episodis heroics de la historiografia nacionalista espanyola com les Guerres de Flandes (a través del personatge Capità Alatriste) o la Batalla de Trafalgar. Els seus treballs constituïxen, de fet, un exemple efectiu de agenciament nacionalista dels esdeveniments històrics adequat a les exigències ideològiques dels nostres dies.
En aquesta ocasió (el màrqueting editorial obliga) l'autor de Cartagena dedica els seus esforços a l'esdeveniment del bicentenari de la Guerra d'Independència. Els esforços de promoció que s'han pogut començar a observar aquests dies anuncien un més que possible èxit comercial. I és que, amb tota probabilitat, aquest any assistirem a una ofensiva nacionalista orientada a convèncer-nos que 1808 va ser el moment heroic fundacional de l'Espanya liberal, moderna i democràtica. Sens dubte, s'elogiarà la maduresa d'un "poble espanyol" capaç d'instaurar una monarquia constitucional a l'altura de la més exigent teoria d'Estat i que encara avui no ha estat superada. Per altra banda, vistes les dificultats actuals per les quals passa la Corona, no serà estrany que el règim polític que ens governa se'ns arribi a presentar fins i tot com el destí manifest de la Nació.
Davant el previsible bombardeig mediàtic no estaria de més seguir la recomanació de Theodor W. Adorno, qui aconsellava deconstruir la deriva feixista del nacionalisme alemany "treballant el passat de manera conscient". Aquest autor, representant destacat de l'Escola de Frankfurt, advertia de la importància de no deixar la memòria col•lectiva en mans dels historiadors, igual que no s'ha de deixar la política en mans dels polítics. Segurament l'única manera de plantar cara a la mitopoiesi nacionalista espanyola que ens espera, és pensar críticament que va suposar 1808 i què motiva la seva recuperació avui dia.
Potser així puguem veure que el bicentenari que es celebra va ser un moment de ruptura constituent protagonitzat per una multitud que va reivindicar la seva llibertat davant el poder sobirà que encaranaven els exèrcits francesos. Una multitud de la qual cap dubtar aspirés a constituir-se com "Espanya" quatre anys més tard, quan les Corts de Cadis van aprovar la primera i efímera Constitució espanyola de 1812 (derogada tot just dos anys més tard per l'absolutisme borbònic). Menys encara va ser 1808 un moment heroic de un suposat "poble espanyol", sinó més aviat la legítima revolta desesperada dels qui -per un moment- van veure l'oportunitat de poder influir en el seu destí.
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