dilluns, d’abril 09, 2012

[ es ] Píldoras de antagonismo, 5: balas de goma



De entre las múltiples recogidas de firmas que suelo suscribir, quizá ya demasiado mecánicamente, la de hoy me parece demasiado grave como para no dedicarle un poco de atención dada la gravedad. Reproduzco el texto que animo a suscribir masivamente: 

El dia 29 de marzo la policia autonoma vasca propino una brutal paliza al joven Xuban Nafarrate, siendo este ingresado el la unidad de cuidados intensivos con un traumatismo craneoencefalico. Ademas de esta agresión se predujeron muchas otras a lo largo de la jornada de huelga en la capital alavesa

El 30 de marzo se convocó una concentración en la plaza de la virgen blanca en solidaridad con Xuban. En esta ocasión la ertzaintza volvió a actuar de manera desmedida, agrediendo y deteniendo a jovenes que se encontraban en la concentración.
Mediante esta petición queremos recoger el mayor número de firmas posibles para exigir la dimisión del consejero de interior, el sr. Rodolfo Ares, como último responsable de la desafortunada actuación del cuerpo policial en los días 29 y 30 de marzo.

Cuando buena parte de la opinión conservadora a izquierda y derecha se aferra todavía a una defensa a ultranza de la modernidad, despreciando con ello la decisiva importancia epistémica de la filosofía del lenguaje, he tenido ocasión de leer en el twitter menos de 140 reveladores caracteres del inefable y brillante Ramón Espinar, tan postmoderno a su pesar.
#stoppelotasdegoma No son "pelotas", son balas de goma. No es un accidente, es un asesinato.
En efecto, no son "pelotas" de goma. Son "proyectiles", "balas", "munición" de goma; las pelotas, los balones, las canicas... son para jugar, lo otro mata. Por más que la neolengua del autoritarismo liberal siempre busque construir juegos de lenguaje con los que encubrir su misma y hobbesiana genealogía, su matriz teórica se revuelve, vanidosa, y se nos exhibe impúdica ante el acontecimiento. 

Y es que el poder soberano, como es sabido, se funda en un poder de muerte que extiende su dominio sobre la vida. En su variante más conocida lo hace a la manera en que ha sido asesinado Xuban Nafarrate, pero también de otras maneras más sutiles e indirectas, tal y como sucede con la inducción al suicidio que recientemente nos ha ejemplificado el caso del jubilado griego. Sea como sea, en el fondo subyace una única lógica política que es preciso subvertir. Y es que no hay Estado de derecho que no se funde en el derecho del Estado a matar si es preciso con tal de preservar el orden social.


Con todo, la defensa del orden social comienza, antes incluso que por las propias prácticas represivas o por el poder de muerte que confiere un dominio sobre la vida, por el dominio del lenguaje, por la capacidad para construir universos a golpe de aporías, oximorons y otras figuras que alimentan de manera no menos perversa el nombrar el mundo. Son universos de lenguaje en los que la guerra es humanitaria, los manifestantes, terroristas y los proyectiles que matan, pelotas de goma. Tomemos consciencia de que son balas y no bolas de goma, que no nos están dispersando, nos están disparando, impunemente.