dimecres, de juny 15, 2011

[ es ] De presidentes, democracias y helicópteros

En la vida nos suceden pequeños acontecimientos micropolíticos que nos explican mucho más de cómo funciona la lógica del poder bajo la que vivimos de lo que un curso entero de ciencias políticas en la universidad. La anécdota que quiero contar tuvo lugar en julio de 2002, justo al acabar el movido curso en que luchamos hasta el final contra la LOU. Entonces el PP gobernaba con mayoría absoluta y la ley de destrucción de la universidad se implementó con la aquiesciencia final de los mismos sectores progresistas que luego ratificarían el Plan Bolonia (todavía hoy esperamos la promesa de Zapatero). A mí no me quedó más alternativa que la "exilgración" (mitad exilio, mitad migración). No fue una decisión fácil, pero fue posible por la falta total de oportunidades.

Al aterrizar en Ginebra cogí el tren que baja del aeropuerto hasta la estación de tren y allí me senté a esperar a mi compañera de entonces, de nacionalidad helvética. La cafetería de la estación estaba abarrotada y de entre todas las mesas, la mía disponía de un par de sillas libres. Me senté a esperar. Al cabo de un momento entró en la cafetería una anciana que, muy amable y correcta me preguntó si se podía compartir la mesa con ella. La invité a que lo hiciera y comenzamos a hablar. Le conté que era gallego y demostró tener un conocimiento notable sobre cómo habíamos llegado en los Treinta Gloriosos y cómo habíamos contribuido tan sacrificadamente al progreso del país. Hablamos de muchas más cosas durante poco menos de una hora y en todas demostró una excelente cultura y formación.

Al llegar mi compañera, se quedó un poco sorprendida. Tímida y pálida como era le salieron los colores y saludó a mi contertulia con mucho respeto. La señora, muy discreta, se excusó diciendo que tenía que coger el tren. Se marchó con la misma tranquilidad con que había llegado. 


- ¿La conoces?, pregunté soprendido a mi compañera.
- Es Ruth Dreifuss, la Consejera Federal (y entonces presidenta de turno de la Confederación Helvética).

Hoy, al ver descender a Artur Mas de un helicóptero que en una hora de vuelo se gastó la mitad de mi sueldo del año que viene (una vez aplicados los recortes que venía a aprobar), no he podido dejar de recordar esta anécdota. Pensé en el abismo que nos separa de un régimen político que, con sus innumerables defectos, es infinitamente más democrático que el nuestro. Un país donde la presidenta, una mujer mayor, coge el tren en segunda y habla en la cafetería de la estación con un migrante recién llegado. Algo que, a buen seguro, nunca caracterizará este gobierno "aristocrático" (como ellos mismos se han definido; literalmente "el gobierno de los mejores"). Me he sentido más indignado que nunca.