dijous, de juliol 11, 2013

[ es ] Filosofías del underground

Quisiera dedicar este post quienes han hecho posible con su participación los tres cursos experimentales que Artefakte ha llevado a cabo este año. 

Ya sabéis: ce n'est qu'un début...




Existen libros que son como tablas de surf: sirven para elevarse cuando llegan las olas de movilizaciones y lanzarse con ellos a explorar el vértigo de ese lado subterráneo del pensamiento, de las ideas que rara vez caben en los espacios académicos. Acabo de finalizar uno de esos libros; acaso no el mejor en su género, pero sin duda un volumen digno de interés en estos días de ágiles lecturas estivales. Lleva por título un sugerente Filosofías del underground y fue escrito por Luis Racionero, hace ya muchos años; allá por 1977, justo cuando otra ola anterior de movilizaciones alcanzaba su punto álgido. 

Volcarse con libros como este requiere un paso previo, la satisfacción de una cierta y doble precaución propedéutica implícita en todo estudio genealógico del pensamiento (más aún cuando se trata de perderse en los pasajes conceptuales del underground): por una parte es preciso no perder de vista el devenir postrero del autor, ya que tratándose de uno de sus primeros escritos (si no el primero publicado) bien podría ser que nos dejásemos engañar por deducciones inferidas desde momentos posteriores de su evolución intelectual. Si algo resulta interesante de una lectura genealógica, empero, es justamente su ventaja al no situar al autor fuera de su contexto ilocucionario y las aperturas teóricas que promovía en su momento: fundamentalmente el cuestionamiento de una racionalidad cartesiana, instrumental, moderna, como forma hegemónica, holística y autoritaria de toda producción teórica.

Así se nos hace saber desde el primer párrafo del libro:
«Si de algún modo pudiera caracterizarse el multiforme espectro de filosofías que inspiran el underground, su concepto unificador sería el del filosofías irracionales. Todas ellas, subjetivas u objetivas, tienen unos supuestos de partida distintos del racionalismo, ninguna acepta los métodos de conocimiento ni los axiomas del pensamiento racional. Esto no quiere decir que sean incoherentes, absurdas e inútiles; por el contrario, pueden ser tran estructuradas, eficaces y consistentes como el racionalismo (...)»
Por otra parte no resulta legítimo acudir al momento de apertura en que el texto se redacta sin tener en consideración como los argumentos que en él se exponen nos interrogan en el presente estado de cosas. Dicho de otra forma: si tiene interés la (re)lectura de este libro, y sin duda es de agradecer su reimpresión, ello es porque de alguna manera viene a ser reflejo de una conversación que mantenemos transtemporalmente con un "nosotros" de otrora que sigue vivo; algo debe haber en sus páginas que se actualiza, que dispone de una actualidad necesaria. A mi modo de ver, esta actualidad es la urgencia de confrontarnos con los efectos de la derrota epistémica de la modernidad, con los efectos imprevistos (e imprevisibles) de una apuesta teórica que en su momento se pretendía, acaso de manera demasiado ufana, una alternativa capaz de consolidar sus propios fundamentos de manera meramente argumental, como si la cuestión institucional de la producción del conocimiento no estuviese siempre implicada en la propia producción teórica.

Por todo ello, la mayor o menor lucidez del libro de Racionero (su mayor o menor consistencia ante el paso del tiempo), es secundaria frente al incuestionable valor de los gigantes intelectuales sobre los que camina; autores y obras de referencia, no pocas de las cuales se han hecho auténticos clásicos con el paso del tiempo. El tesoro teórico con el que construyó sus páginas, sin embargo, se encuentra hoy necesitado de una recuperación institucional. No de las instituciones culturales del Estado; entiéndasenos bien, incapaces como han sido de proteger bajo su égida (acaso por el carácter intrínsecamente subversivo de sus contenidos a los ojos de Leviatán) el acervo de la que se dio en llamar contracultura. Nos referimos, por el contrario, a las instituciones emergentes del movimiento, a los gestos políticos que hoy apenas son más que prácticas instituyentes en cuyo seno se está operando la concreción institucional de estos comunes que son los tesoros de la contracultura.

Bajo esta óptica antedicha, Filosofías del underground constituye una primera y elemental cartografía más que necesaria, aunque ciertamente insuficiente y criticable, para quienes se aproximan al legado contracultural desde este postmundo en que vivimos. Frente al fetichismo hipster de imaginarios polaroid, infoxicación cotidiana de nuestra empobrecida memoria del mundo que fue, es posible operar hoy un trabajo deconstructivo, buscar las huellas genealógicas del hilo multicolor y oculto del pensamiento-otro, de la palabra subterránea; hacer emerger, en fin, contenidos rekombinantes encarnables en nuevas instituciones del saber. Generar por ello mismo las prácticas instituyentes, los procesos cognitivos y los recursos materiales con que devolver a un cuerpo saberes desencarnados es una prioridad epistémica y, sin duda, el mayor desafío al que nos enfrentamos.

A lo largo de este curso que ahora finaliza, he tenido la ocasión de poder participar en la puesta en marcha de un proyecto docente -Artefakte (también en Facebook)- pensado en esta misma clave. En el decurso de los primeros módulos que hemos experimentado este año, así como en los tutorials realizados, ha aparecido con fuerza la demanda de cartografías a las que esperamos dar respuesta el otoño que viene. El libro de Racionero se nos propone de esta guisa, como una suerte de antimanual más, un texto cualquiera a desbrozar en común, desde el común, por y para el común. Desde sus páginas, pero sobre todo, desde la praxis que sobre ellas, en ellas, desde ellas, se puede generar, resulta posible volver a surfear la ola de antagonismo de los próximos años sin por ello renunciar a un aprendizaje afortunado y feliz capaz de devolvernos un mundo.