[ es ] El 25S y la hoja de ruta del movimiento
Desde que se ha convocado, para el 25S la ocupación del Congreso, se ha desencadenado una auténtica guerra de contrainformación reaccionaria en la red. Desde las filas del régimen, sus adeptos confesos u ocultos claman al cielo esgrimiendo la más obscena de las demagogias que acusa a quienes promueven esta acción de ser de extrema derecha. Llama especialmente la atención que sea de sectores pseudo-republicanos y de la izquierda más rancia, quienes más enfervorizadamente atacan esta acción por carecer de un encuadramiento adecuado; o lo que es lo mismo: bajo no tener lugar bajo su dirección en el momento en que lo creen más oportuno.
Así de infoxicada anda estos días la infoesfera. Quizá por ello sea conveniente no perder la perspectiva y reubicarnos de manera sensata y, sobre todo, democrática, en el contexto en que estamos. Muchos llaman a esto "hoja de ruta" recurriendo a la jerga de la gobernanza. No gusto especialmente del término, pero a falta de otro mejor y dado que me lo han solicitado, aquí va mi lectura de la situación:
Desde el 15M estamos pasando por (1) el momento destituyente, esto es, un
momento expresivo, de protesta, de ruptura con el mando que no todo el
mundo, por cierto, ni todos los actores políticos relevantes, asumen en
igual grado y medida (no pocxs piensan que la cosa se quedará aquí);
pero como el movimiento, mal que pese a los conservadores, prosigue su
marcha, empezamos a ver cada vez más síntomas de (2) un momento
instituyente, o lo que es lo mismo, un momento en que se crean, difunden
y consolidan las instituciones de movimiento (centros sociales,
cooperativas, colectivos, etc.); y como no hay dos sin (3) el momento
constituyente anuncia ya la configuración del régimen político del común
o, para el caso, la articulación progresiva de todas las instituciones
de movimiento en un marco normativo, procedimental y cultural
alternativo al realmente existente.
Cada uno de estos procesos
lleva su tiempo, tiene sus ritmos y le importa una mierda que a tí o a
mí nos interese ir más rápido o más despacio; sencillamente, se
despliega de acuerdo a asimetrías enormes, en un entramado de intereses
tan complejo como la sociedad misma y nunca de acuerdo a una linealidad
teleológica o a la posibilidad de la interpretación de un interés único o
popular (sencillamente porque tras la fase destituyente el pueblo deja
de existir y se convierte en multitud). No hay atajos, ni opción
emancipatoria alternativa que permita a una agencia del tipo que sea,
recomponer un nuevo régimen por medio de una asamblea constituyente.
Fallan estrepitosamente en su lectura de la constitución material de
nuestra sociedad (en el diagnóstico concreto de la situación en que
estamos) quienes creen que la toma del poder por medio de un partido
revolucionario (o en su defecto una cosa más modesta tipo Syriza) es
posible, no importando si piensan que el momento es el 25S o un momento
futuro más maduro. No habrá tal maduración porque el tiempo de la virtu
política siempre es ahora, siempre es el kairós helénico. Carece por
completo de sentido participar en asambleas constituyentes si lo que se
quiere es hacer progresar una política que haga de la potencia de la
multitud un cambio emancipatorio efectivo (otra cosa es que queramos
montarnos nuestro régimen populista particular, claro).
Más
aún, ninguno de los procesos de movilización social que hemos visto de
momento apellidarse como "constituyentes" son, en rigor, poder
constituyente alguno. Al contrario, carentes de una lectura mínimamente
inteligente de la constitución material, carentes de los procesos de
producción institucional correspondientes, carentes de la matriz
normativa, de la procedimentalidad y de la cultura política del cambio
en sí; limitados como están a ser meras agrupaciones asamblearias en las
que algunos notables intentan promover sus experimentos expresivos y de
visibilización personal en una arena pública a la espera de traducir
sus esfuerzos movilizadores en rendimientos particulares, quienes hoy
agitan la bandera de lo constituyente constituyen más bien poco o nada
que no sea el síntoma de una notable desorientación política, de una
sintomática falta de virtu que no encontrará nunca la fortuna.
Quienes por el contrario se apliquen hoy al (1) diagnóstico de la
constitución material, (2) a la interpretación siempre cuestionable y
cambiante, necesitada de una constante deliberación agoniística en red,
de los procesos antagonistas en curso; (3) a la identificación, en fin,
de los vectores que nos sitúan en la línea de la tendencia, ellxs
dispondrán de la capacidad efectiva de cambiar el mundo sin tomar el
poder, de devenir su propio poder, de ser poder constituyente. La
"impaciencia revolucionaria", el vivir permanentemente el drama de la
historia, el creerse y practicar el relato de la política molar, ni son
prácticas virtuosas, ni confieren poder. Al contrario, nos esclavizan a
la desesperante búsqueda de constituirnos como un mando sobre el otro en
un mundo en que, por el contrario, el mando se diluye ante el otro y el
poder se hace, simbiótico, un poder con, un poder para ser en el común,
un poder efectivamente constituyente.