Artículo publicado en la revista Libre Pensamiento de la CGT, nº 71, págs. 26-33
Cada vez que la multitud irrumpe la vida política institucionalizada por
(y en) el régimen político, la opinión pública suele reaccionar
con una serie de tópicos. El primero y más evidente es la crítica
a la manera de hacer las cosas y la deslegitimación automática de
cualquier forma de política que no sea la prestablecida.
Sorprendidos por la inesperada aparición del convidado de piedra,
los opinadores del régimen suelen clamar al cielo ensalzando las
bondades de la democracia liberal y atribuyen a la desafección, la
falta de cultura política o alguna otra tara supuesta a la
ciudadanía, el hecho de que las demandas sociales no sean
canalizadas debidamente a través de las vías previstas