En Izquierda Anticapitalista, la CUP de Barcelona (que no las demás CUP) y otros ejemplos de extrema izquierda (actuales o pasados) que optan por presentarse a las elecciones como si la ley electoral no existiese, suele responderse, ante la demostración de que su voto acaba siempre siendo una fracción de voto para los grandes partidos, que el objetivo no es obtener un escaño sino ir avanzando pasos en la construcción de la organización de partido revolucionario que un día llegue a tenerlos.
Al margen de que al ritmo que van podemos esperar dos siglos o la eternidad, la pregunta de fondo más preocupante es otra bien distinta: ¿si no se explica esto al electorado, es decir, si no se dice "hemos venido a construir el partido de vanguardia, no a obtener un escaño", a qué tipo de construcción de la organización se está procediendo?
El problema subyacente es doble: por una parte, una relación con el elector basada en una "racionalidad instrumental" (
Zweckrationalität), esto es, dirigirse al elector con el objeto de que legitime la opción de la construcción de la organización sin que sepa siquiera que está sirviendo con su voto al juego ideológico leninista de toda la vida y amparándose de esta suerte en el desconocimiento de los efectos de la ley electoral sobre los resultados (votar estas opciones es en realidad votar 1/x a los candidatos más votados) para poder obtener el apoyo a un proyecto que, de ser explicitado con honestidad, seguramente no sería respaldado ni por los pocos que lo votan.
Por otra parte, el juego táctico que plantean las microcandidaturas de la extrema izquierda desvela la doble moral que comporta, para colmo, la convicción de creerse mejor que quienes ya están, en las mismas condiciones institucionales (con partidos que operan sobre una misma gramática política) operando en la arena política como subalternos del PSOE. Dicho de otro modo, en la pragmática del discurso de las candidaturas de extrema izquierda se opera la convicción de un ser mejor que el otro, de un ser más auténtico o poseedor de una condición mejor; hecho que, como cualquiera puede deducir, se funda en la falsa creencia de la naturaleza superior de unos sobre otros.
A esto, en Teoría Política se le denomina perfeccionismo moral y es, por mucho que no se quiera admitir, la lógica subyacente a las ideologías del tutelaje (desde Platón a Lenin, pasando por Robespierre) y los regímenes autocráticos que tanto mal han causado a la emancipación humana. Los grandes teóricos de la política, y Maquiavelo muy
especialmente, ya nos advirtieron, empero, de que desconfiásemos de este
tipo de ideologías, por no ser más que el remplazo de un príncipe por otro
y la perpetuación de la sumisión del pueblo a un mando. Basta con ver en qué han acabado los regímenes leninistas de la Europa central y oriental para verificar este argumento. Y lo que es peor, como apuntaba un disidente en su día: "al final, el comunismo ha sido la vía más dolorosa del capitalismo... al capitalismo".
En las próximas elecciones, no dejemos que la impresentable realidad de las izquierdas subalternas alimente las fantasías identitarias y autocráticas de la política sectaria. Si las opciones de los partidos de la izquierda subalterna (IU, BNG, ICV, Esquerra, etc.) no te convencen, no tengas tan poca
virtu como para picar en el viejo cuento de la izquierda autoritaria: vota autonomía, vota nulo!