Robert Carter
La
cuestión no es reivindicar "independencia" o "proceso
constituyente", como si la sola invocación de estos
significantes por una masa movilizada en las calles legitimase de
manera inmediata y automática a los actores políticos que,
eventualmente, pudiesen erigir en la esfera pública una hegemonía
discursiva cualquiera a fin de realizar sus proyectos políticos particulares.
Quien así piensa se equivoca de tiempo y lugar. Antes bien, dado el
punto al que hemos llegado de deslegitimación de todo alineamiento
político a manos de sus propios definidores, toda hegemonía
construida sobre una base tan pobre sería derogada en muy breve
espacio de tiempo, arrastrando con ello ese mismo el objetivo
político promovido.
La
multitud nunca se ha dejado hacer por mucho tiempo y cada vez tarda
menos en demostrarlo, toda vez que el progreso de la constitución
material no es sino el de la aceleración del tempo histórico. Los
días del príncipe solitario han pasado. La cuestión ahora se
define, por el contrario, en los términos de una agencia otra de lo
político; una agencia fundada en un locus de enunciación que habla desde, por y para el
cuerpo social, sobre sí, para sí; nomos que se formula en su propia
inmanencia y se instancia, como decisión en una procedimentalidad
que le es sólo suya, orgánica, absoluta.
Vivimos el tiempo de la
profecía pasada, del mundo que se busca tras haberse desbordado en
una proyección que recomponga el exceso de sí. No vale ya hablar
desde las ebúrneas torres de la modernidad para una masa distante; hay que descender a los
foso de sudor y sangre, a obrar sobre sí la árdua tarea
de efectuar un porvenir que sea un volver a recomponer el mundo, un instaurar el habitus del cotidiano futuro, un recomponerse ecológico en avenir circunscrito al propio deseo del mundo.