dimecres, de maig 25, 2011

[ es ] Notas rojas, al hilo del 15M (escrito a cuatro manos con Jorge Moruno)


Tuvieron que pasar casi cien años desde la Revolución Industrial, para que el concepto de “era industrial” acuñada por el historiador Arnold Toynbee comenzara a popularizarse. El movimiento 15M, es un ejemplo de la manera en la que se expresa el descontento contemporáneo; postindustrial. Lo que está por venir, en el mejor de los casos, es la manera de articular nuevas formas organizativas. Primero vino el proceso de liberación cognitiva y el impacto emocional a que dio lugar a la manifestación del domingo y al inicio de la acampada. Luego siguió la desobediencia, el empoderamiento colectivo que invalida la naturalización de la obediencia al mando.

La importancia de la significación

Ahora bien, como afirma Virilio, el veloz gana el poder; La sociedad de carreras obliga a actualizar los tiempos, a renovar su atracción y a reinventar y apropiarse de la producción de significaciones comunes o de lo contrario serán los automatismos empresariales del semiocapital los que signifiquen por nosotros. Ellos entienden y actúan de manera desdiferenciada, al margen de la protesta que les acusa. Pepsi se pasó por la Puerta del Sol a repartir latas a los manifestantes y así, ayudarles aguantar la noche; Inditex trató de patrocinar la acampada cediendo placas solares y, coincidencias oportunas, en el metro de Madrid hay una publicidad que dice: “Ikea, diseño democrático”. Nos encontramos ante una modalidad de la guerra emocional y sensorial de dimensiones incomparables en la Historia; nunca antes la producción de significados –la semiosis– tuvo tanto impacto sobre las inclinaciones de las personas. La batalla por la apropiación de los símbolos no se reduce a una mera cuestión estética, sino que hablamos de la columna vertebral de un sistema social que logra sostener las ilusiones y el convencimiento colectivo de pertenencia a una identidad que antepone la vida al beneficio.

La tarea del movimiento, ahora, es la de poner todos sus recursos e inteligencia colectiva a significar. Contactar desde las asambleas de los barrios con todas las ya redes existentes y agregar otras nuevas: movimiento estudiantil, asociaciones de vecinos, trabajadores de los servicios públicos, medios de contrainformación, centros sociales etc.., elaborar un discurso compartido que atraviese las principales contradicciones contemporáneas y articule demandas a la altura de las exigencias de la sociedad-red. Irrumpir en la escena mediática, tomar vías y medios de difusión y hacer llegar la agenda de lxs precarixs a la cerebro colectivo; siempre desde la desobediencia porque queremos democracia y esta se instancia fuera del mando.

Una nueva institucionalidad

Las asambleas convocadas en cada barrio han de proponerse el salto hacia la instauración de instituciones del movimiento. La palabra institución ha sido expropiada por el mando al cuerpo social que la conforma, pero su definición no es la que le confiere operar bajo la égida del Estado. Institucionalizar es, en la ruptura constituyente que se realiza en el movimiento, elaborar procedimientos democráticos, normas colectivamente acordadas que hacen efectiva una deliberación en el común. Al fin y al cabo, autonomía no significa otra cosa que, normas propias, actuación con criterio propio frente a cualquier determinación heterónoma de la realidad. Las nuevas instituciones no pueden hundirse en inacabables procesos burocratizantes y discusión de temas secundarios. La eficacia no puede estar reñida con la democracia.

Derecho de y a la ciudad

Necesitamos romper de una vez por todas con la vieja concepción de los derechos ofrecidos por la ideología welfarista, que respondían a realidades sociales muy distintas a las de hoy. El trabajo asalariado era la vara de medir para comprender el ciclo de producción y reproducción de la sociedad, el mecanismo que equilibraba la regulación entre capital y trabajo en las fábricas tras la II Guerra Mundial. A día de hoy, esta regulación ha eclosionado y el salario ya no es garante de nada. Ahora es preciso desligar el acceso efectivo (y no sólo formal) a los derechos de la prestación laboral, no podemos depender de ella, de algo tan volátil e inseguro. Debemos empezar a construir las bases de nuevo derechos y orientar nuestros objetivos hacia los elementos que nos afectan a todos y todas de igual forma y de distinta manera, desde la óptica del precariado. El nuevo cuaderno de quejas de la multitud nacido en las plazas enuncia hoy los fundamentos de una sociedad otra.