Publicado en Diagonal, nº 105, p. 21
En las pasadas elecciones, la extrema derecha ha crecido de manera importante, pero sobre todo lo han hecho sus temas y políticas; a menudo por la mano interpuesta del centro derecha, cuando no directamente por el social-liberalismo y sus aliados. El esperpento de la Guardia Nacional Italiana no debería ser, ni de lejos, la mitad de preocupante que la impunidad con que Berlusconi o Camps han resuelto su test electoral. Podemos buscar diversas interpretaciones a los resultados, pero una cosa es evidente: el péndulo de las alternancias progresistas-conservadoras está roto y bascula hacia la derecha extrema.
El centro-derecha ha ganado sin movilizar gran cosa, pero la izquierda socialista (que no la verde) se ha hundido. ¿De dónde esta capacidad para imponerse en la agenda política? No hace mucho fue publicado un librito de lectura más que recomendable. Con el original título No pienses en un elefante, su autor, Georges Lakoff, explicaba la importancia del discurso en la política. Lakoff demuestra como el problema de los demócratas frente a Bush radicaba en su incapacidad para producir un discurso movilizador. Al pensar todo el tiempo en elefantes, esto es, al pensar en los temas que imponían los republicanos (el elefante es el animal que les representa), los demócratas habían perdido la partida antes incluso de comenzarla. Hasta la campaña de Obama, las tornas no cambiaron.
Los temas de la derecha
Pues bien, a juzgar por las últimas europeas, el discurso de la izquierda socialista sigue pensando en los temas de la derecha neoliberal. Lejos de haber escuchado las propuestas procedentes del movimiento e incorporado la consiguiente renovación programática, la izquierda socialista se aferra a las fórmulas del éxito pasado, cuando no a la simple gestión de los remanentes del presente. Esto, que sin duda resulta comprensible en el discurso del PSOE, resulta de más difícil comprensión en el caso de IU y, menos todavía, en el caso de Iniciativa Internacionalista e Izquierda Anticapitalista.
En efecto, aunque en negativo, la programática actual de las organizaciones que aspiran a beneficiarse de la movilización social dista mucho de salirse del marco prestablecido en la agenda política por la derecha, más o menos extrema, partidista o mediática. Así, por ejemplo, de poco o nada vale responder a la lógica de los despidos o la externalización dentro de los parámetros que prefigura el discurso del trabajo asalariado. La renta de ciudadanía no es, tal y como se presenta, un complemento necesario a la precarización de las figuras periféricas al trabajo fordista. Si en realidad se quiere cambiar de modelo productivo hay que empezar por producir discurso olvidando la lógica del salario y generando conflicto en torno a la renta de ciudadanía.
La extrema derecha lleva décadas produciendo discurso de manera radical. Su capacidad para permear el discurso del centro-derecha, cuando no del centro-izquierda radica precisamente en su habilidad para contraponer un discurso articulado, generador de sentido para sus audiencias. Esto es algo que la izquierda socialista hace tiempo que dejó de hacer, incapaz de superar el horizonte de su propio éxito en los años dorados de la trinidad welfarista (fordismo en la producción, taylorismo en la organización y keynesianismo en la planificación). Significativamente la sorpresa en Suecia del Partido Pirata o la resistencia de las alternativas verdes destacan que el repliegue identitario de la izquierda socialista en los últimos años sólo conduce, y cuanto más a la izquierda, más aceleradamente, a la propia liquidación.