dimarts, de maig 20, 2014
[ es ] ¿Da igual nulo, blanco o abstención?
Existe en torno a las tres opciones sin candidatura (nulo, blanco y abstención) una confusión bastante sintomática que tiene su origen en no discernir una premisa y una primera diferencia fundamental respecto a qué supone votar.
La premisa es que el efecto político del voto no es lo que introducimos en la urna, sino lo que sale de pasar por la ley electoral. Si se quiere debatir políticamente carece por completo de sentido hablar de legitimidad de una opción u otra como si estas tuviesen lugar en el vacío de la abstracción de los propios valores morales. Un moralismo tal es tan poco recomendable como un riesgo impolítico. No digamos ya, cuando se deriva de ello cierta sospecha argumental implícita (lo que se conoce como pragmática del discurso) por el abstencionista activo hacia el votante de una lista, que deja caer que quienes votaremos candidaturas (por cierto, no necesariamente partidos) no votaremos en opciones fuera del régimen (por ejemplo, el multireferendum) o participaremos en acciones antagonistas con este (por ejemplo, escraches de la PAH).
Dicho esto, la diferencia fundamental es que abstención y voto blanco son opciones válidas a efecto del cómputo; el voto nulo, no (no perdamos de vista la premisa). La abstención puede subir por encima de la mitad del censo y no cuestionar lo más mínimo la legitimidad del cálculo; algo que quedaría por ver si sucediese con el voto nulo, en rigor, la única forma de absternerse del sistema electoral. Nótese, además, que mientras que un voto blanco muy masivo conlleva aceptación del régimen (es un voto válido) el voto nulo presume dos errores posibles: 1) el/la votante es tonto (por ejemplo, mete dos papeletas o borra de la lista un nombre que no le gusta) o 2) tiene una intención contraria (y explícita) al régimen (por ejemplo, cuando se han votado rodajas de chorizo). Dado que lo primero, aunque sucede, tiene un límite estadístico (no todos podemos ser mucho más tontos de lo que ya somos viviendo en este sistema), lo razonable es que un sabotaje masivo sería muy mayoritariamente el segundo caso, con la impugnación consiguiente de legitimidad.
Así las cosas, ¿cómo es que los defensores del abstencionismo activo que se quieren críticos con el régimen acuden tan poco al voto nulo? ¿No será que es más fácil cobijarse en la cómoda falacia de que la abstención es mayoría como si esta fuese una única voz (tal y como, de hecho, lo computa el régimen)?