diumenge, de juny 02, 2013

[ es ] Clase y composición hoy

Artículo publicado en la edición digital de Diagonal


La tercera ola de movilizaciones iniciada el 15M prosigue su curso. Como cada vez que se inaugura una fase alcista, han vuelto a abrirse algunos debates teóricos inacabados e inacabables. De entre estos hay uno que destaca y que se pone de relieve en indicadores tan sintomáticos como el éxito de Chavs, el libro de Owen Jones. Nos referimos, claro está, a la cuestión social o de clase.

En efecto, las anteriores olas de movilización se desplegaron en un optimismo social hoy definitivamente truncado. Durante el desarrollismo franquista la perspectiva de que solo se podía ir a mejor estaba fuera de cuestión. En los '80 y primeros '90, este mismo optimismo comenzó a zozobrar discretamente bajo los vaticinios del lema generacional punk: No future.

A pesar de que en la siguiente ola (1994-2003) empezó a cobrar fuerza el discurso sobre la precariedad, la burbuja inmobiliaria todavía confirió a este discurso unas tonalidades en exceso ideológicas a los ojos de amplios sectores. Ha tenido que ser, pues, en la ola actual –ante una evidencia empírica tan incontrovertible como cruel– que se fragüe el marco interpretativo general en que tiene lugar el debate, a saber: “por primera vez una generación vivirá peor que la de sus padres”.

Las realidades a que se refiere este discurso, sin embargo, son bastante anteriores. A menudo sucede, de hecho, que para cuando una interpretación adquiere consistencia ha sido precisa ya una lenta sedimentación previa. Esta labor discursiva anterior se ha operado siempre lejos de los marcos hegemónicos de significado, en un proceloso, constante, intrincado y tenaz agregado, enormemente complejo, de realidades sociales moleculares; lo que también se ha dado en llamar multitud. 

Quizá resulte más fácil de entender esta idea si nos preguntamos hasta qué punto, quienes solo hemos conocido la precariedad en décadas, hemos vivido realmente por encima de nuestras posibilidades. O como planteaba una pancarta: ¿hasta dónde el bocata de mortadela era un lujo? 

El marco interpretativo con que se nos explica la crisis, en efecto, solo tiene sentido para quien haya vivido por encima de sus posibilidades. Solo ellos están en crisis; a la espera de salir de la crisis. Las demás, siempre hemos estado donde estamos: empeorando, lenta, pero inexorablemente. 

En este “nosotras, las que empeoramos”, no pre-existe una única lukacsiana “clase en sí” que espera ser convertida en “clase para sí” por obra del Partido. A poco que se indague en la historia del cuerpo social productivo, se observará que el relato de la clase obrera industrial de las grandes potencias capitalistas apenas es una pequeña fracción –aunque relevante y con final en apariencia feliz– comparada a las sujeciones que durante siglos se han operado sobre las 'naciones' mujer, gallego, gitano y cuantas componen, en sus asimetrías, esa misma multitud. 

A quien esto escribe, por ejemplo, sorprende ver como recientemente –¿acaso demasiado?– jóvenes madrileños, barceloneses y de otros centros de acumulación han comenzado a protestar por la migración forzada. Nos han recordado que otras llevamos décadas –siglos incluso– en esa situación que perciben como nueva. Que nuestra realidad ahora les alcance no hace más que validar la vieja hipótesis composicionista: articular un discurso de clase requiere primero desmontar los relatos heredados, hacer visibles las hegemonías interiores al trabajo; reconocerse en la ventaja donde se tiene, reivindicarse en la desventaja cuando es tal. 

En suma, el principal problema político hoy, cuando de leer la cuestión social se trata, consiste en comprender la complejidad de la composición del antagonismo y de las soluciones estratégicas, organizativas e institucionales que éste requiere. En vano se pretenda ocultar esta complejidad bajo significantes vacíos –“pueblo”, “ciudadanía”, etc.– bajo los que operan agregaciones unificadoras, disciplinarias y destructivas de lo múltiple que, por ser tal, siempre ha sido productivo. Urge hacer de la composición el terreno de lucha por la emancipación.