Jejeje, me alegra ver que el debate se ramifica (rizomáticamente?) y pone en contacto amistades de por aquí y por allá.
Un par de puntualizaciones, Jordi, al hilo de tu intervención y a modo de respuesta inconclusiva:
En primer lugar, quizás la mejor prueba del sentido que tiene contraponer Estado y nación es que ambos se encuentran hoy ante la crisis del Estado nacional. Precisasmente porque la gramática política moderna está en crisis (como y con el Estado nacional) esta es una línea discursiva que me parece doblemente interesante. Pero, atención, porque partiendo de aquí, como he apuntado en otras ocasiones, no es mirando hacia atrás, sino comprendiendo la genealogía del presente, donde adquiere sentido el enunciado de esa nación de la multitud.
Por tanto, en segundo lugar, no es que yo prentenda restituir la nación medieval, sino comprender una alternativa abandonada en los albores de la modernidad, a saber: la "nation" en la Inglaterra que antecede al giro lingüístico definitivo de Sièyes, esto es, a ese siglo y medio largo que va desde el reinado de Enrique VIII (1508) a la Revolución Gloriosa de 1668; y en la teoría política de Moro a Locke pasando por Hobbes. Creo que en tus objeciones sigue escapándose, con todo, el hilo genealógico al que me remito y que, creo, escapa a la esquematización periodizadora, por más que analíticamente necesaria (la edad media también habita el ahora).
En tercer lugar, no puedo dejar de coincidir con que la disyuntiva civismo/etnicismo está obsoleta, pero para ello hemos de reconocer la escisión Estado/nación que abre la crisis del Estado nacional, o de lo contrario, más que en la inevitable malla discursiva, nos encontraremos enredados en la tela de araña de la pérdida de una perspectiva movimentista; toda vez que el movimiento se origina en el desequilibrio que el antagonismo opera en el seno del poder soberano. Más aún, precisamente si lo que se quiere es enunciar una gramática política emancipatoria, antagonista o del movimiento capaz de dar respuesta al modo de mando biopolítico que se instituye con el Estado nacional y que desde hace unos años ha entrado en crisis, se nos impone igualmente reformular el papel político del "zoe" y el "Ur" (la "matria" frente a la "patria"), tan hábilmente conjurado por el proyecto ilustrado que se inspira de la nación cívica de Renan.
Por último, no cabe duda que la idea de nación hoy sigue siendo ambivalente, sucia, inclinada al chauvinismo (a distinguir por cierto del nacionalismo). Tal vez no podamos deshacernos de Carmen Sevilla, pero siempre podemos comprender su monstruosidad en el seno de la multitud.
Un abrazo a todxs!