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El pasado sábado 30 de enero tuvo lugar en el marco del Fòrum Social Català 2010 un debate organizado por el CEMS y el IGOP sobre la relación entre la política de partido y la política de movimiento. Se trataba de un tema polémico, pero de gran importancia en la coyuntura actual. Significativamente, el mismo día, en el Foro Social “Mundial” de Madrid estaba teniendo lugar un taller de temática semejante sobre las relaciones entre partidos y movimientos.
El debate: formato y participantes
La idea del debate era bien sencilla, a saber: presentar cuatro voces diferentes y representativas de cuatro opciones lógicas a fin de que pudiera abrirse un debate. Estas cuatro opciones eran dos voces de partido (una que operase en la lógica representativa y otra que representase la innovación participativa) y dos voces de movimiento (una que pudiese representar los repertorios más tradicionales y otra que presentase los repertorios más novedosos). Sus nombres y organizaciones: David Fernández (Ateneu La Torna), Albert Recio (FAVB, en sustitución de Eva Fernández), Xavier Monge (CUP) y Ricard Gomà (ICV).
Va de suyo que los ponentes habrían podido ser miembros de otros colectivos de movimiento u otros partidos, si bien la selección tampoco fue en modo alguno aleatoria. De los partidos gubernamentales, ICV parece claramente más decantada a querer representar el cambio hacia valores postmaterialistas que Esquerra. De los partidos extraparlamentarios, las CUP han demostrado una mayor capacidad para articular y difundir soluciones participativas y de participación desde abajo que Revolta Global u otros ejemplos de la izquierda anticapitalista.
Aunque no buscada, pero en todo caso un dato sintomático, la divisoria de edad se hizo evidente (una voz mayor y una voz joven para partidos y movimientos). A todos los ponentes se les facilitó por anticipado un guión que planteaba los términos del debate y tres conjuntos de preguntas con los que organizar sus intervenciones respectivas. Tras una primera intervención de los organizadores situando el debate ante los participantes y la ronda de ponentes, se abrió un turno de intervenciones y preguntas.
El éxito de asistencia en la convocatoria fue más que notable, aunque lamentablemente falló la logística al quedarse un tercio de los asistentes sin asiento y otro tanto sin poder entrar en el aula. Entre los asistentes se contó con una nutrida representación de activistas de diferentes colectivos, centros sociales, medios contrainformativos y otros espacios activistas, así como militantes de partidos y otras organizaciones. Sin ser exhaustivos, pero para hacernos una idea de la diversidad, podríamos señalar —a mayores de los presentes en la mesa y sin demérito de quienes no serán citados— activistas del Espai Social Magdalenes, el SEPC, el centro social la Rimaia, la Fundació Nous Horitzons, V de Vivienda, 58i+, el semanario Directa, militantes de CUP, Esquerra e ICV, y miembros del Observatori dels dres socials DESC y del colegio de abogados.
Desafortunadamente, dada la limitación a dos horas del debate, los consabidos retrasos y prolongaciones en las exposiciones y turnos de palabras, no hubo tiempo para que pudiese expresarse plenamente toda esta diversidad. Aún así, el debate fue extremadamente plural, respetuoso, aunque por veces acalorado, y en general una buena muestra de cómo está el patio en el área metropolitana barcelonesa (con algunas puntualizaciones de fuera de la ciudad) en materia de relaciones entre partidos y movimientos.
Desarrollos temáticos y puntos de fractura.
Las relaciones entre las políticas de partido y de movimiento son sin duda un tema de debate polémico, aunque particularmente relevante en las circunstancias. A grandes trazos, el tema fue presentado de acuerdo con el documento repartido con anterioridad a los ponentes, incidiéndose si acaso algo más en el carácter sustantivo de las políticas de partido y de movimiento como políticas diferenciadas. En el desarrollo del debate se demostraría y enfatizaría, precisamente, el desencuentro que se produce entre ambas políticas, si bien de manera distinta: explícita en el caso de David Fernández, desdiferenciada en el caso de Albert Recio, Xavier Monge y Ricard Gomà.
En efecto, desde una posición inequívocamente autónoma, para David Fernández no cabía esperar gran cosa de la política de partido visto lo que ha sido la actuación gubernamental de los años de gobierno de la izquierda. En contraposición a él, Albert Recio incidió en el carácter híbrido del activismo social a partir de su argumento de experiencia como y con militantes de organizaciones de partido. Por su parte, Ricard Gomà insistió en destacar la doble lógica que habita en quien es militante y activista, sin por ello aclarar si una lógica prima sobre otra y cómo, de ser así, podría hacerlo. Por último, Xavier Monge propuso explícitamente la subordinación de la lógica de partido a la lógica de movimiento; y aunque reconoció el riesgo de una deriva en el sentido inverso en la medida en que su organización creciese, no se planteó qué mecanismos podrían evitarla.
A juzgar por lo visto y oido, parece que el debate sigue estando en una fase muy embrionaria y/o bastante enrocado en las lógicas respectivas de partido y movimiento. De hecho, no parece muy desatinado considerar que más allá del escepticismo o las declaraciones de principios poco se avanza. Lo más sintomático en este sentido seguramente sea que la discusión tendió a centrarse en la propia definición del tema, en la afirmación de posiciones normativas y de denuncia, antes que en el debate sobre alternativas procedimentales. Y si esto fue así para los ponentes, seleccionados por su capacidad crítica y de enjuiciamiento con planteamientos maximalistas, más lo fue aún en el caso de algunas intervenciones del público, tan contrapuestas como pudieron serlo la de Enric Prat y su alocución sobre la experiencia de ICV-EUiA en Sabadell, por una parte, y la de Albert Martínez y su crítica al teniente de alcalde, Ricard Gomà, por sus reponsabilidades políticas y a la legitimidad de un acto en el que se le facilitaba la participación.
Así las cosas, no parece que haya muchas razones para ser optimistas respecto a la posibilidad de producción de un debate en mayor profundidad sobre procedimentalidad (ni qué decir de las lejanísimas posibilidades de crear un interfaz representativo). Aunque tampoco por ello deberíamos dejar de destacar aquí aportaciones constructivas como la de Ada Colau, quien con toda la razón criticó, por ejemplo, la composición de género (no es excusa haber contado inicialmente con Eva Fernández) o la necesidad de afrontar las psicopatologías de la militancia y el activismo como paso previo necesario para generar las condiciones de un debate en profundidad. En este sentido, no obstante, el elemento positivo subyacente a las más variadas intervenciones sigue siendo la común constatación de una necesidad de generar espacios deliberativos. Resta por pensar, en todo caso, cómo desenrocar las posiciones de partida que podrían generar las condiciones de un debate otro.