Publicado en Diagonal, nº 108, p. 34
Sabido es que los alemanes tienen conceptos para todo. Conceptos que cuando uno los escucha se alegra de no tener que volver a los circunloquios de antaño. El “teatro veraniego” o Sommertheater es uno de esos conceptos. Como concepto de uso corriente en la opinión pública germánica, se refiere a las farsas con las que recurrentemente se entretiene a la ciudadanía durante los meses de poca o nula actividad política estival. Es algo así como el intento desesperado por llamar la atención con aspavientos sobre los problemas de la vida pública sin tomarse las cosas en serio, a sabiendas de que sólo se trata de una teatralización banal y efímera. Los actores privilegiados de la escena política –gobierno, oposición, partidos políticos– interprentan así sus papeles de forma desdiferenciada, como si fueran una pantomima de sí mismos. En el relajo del periodo estival, el establishment político se deja llevar.
Y así tenemos a un PSOE que hace que gobierna una crisis económica con medidas que, en rigor, lo único que procuran es intentar relanzar una nueva fase de crecimiento fundada en el mismo modelo productivo de siempre: favorecer a los bancos para que vuelvan a dar créditos para hipotecar lo inhipotecable; dar dinero a la industria del automóvil en lugar de invertir en transporte público; facilitar inversión pública en infraestructuras (para resolver los problemas de congestión que producirán los nuevos automóviles, claro); conceder ayudas a los parados, que luego resultan no ser tales; intimidar a la población con la gripe A para comprar Tamiflu a los laboratorios Roche de Donald Rumsfeld; y así el largo etcétera de medidas que se nos van anunciando y cuyos efectos positivos no se observan por ninguna parte.
Mientras, el PP hace que se opone cuando, en realidad, espera los réditos electorales de la paranoia 2.0 de una derecha sociológica española que donde antes veía comunistas y masones, ahora ve jueces y policías que les espían por orden de los socialistas, o sindicalistas piqueteros que impiden una enésima reforma laboral neoliberalizadora, o adolescentes sin autorización paterna entregadas al aborto como hobby, o un Estado de las autonomías que se sigue desmembrando por los perniciosos efectos de la financiación autonómica; etc, etc, la lista no es menor.
Por si fuera poco, las alternativas de izquierda y nacionalistas hacen como que son alternativas de izquierda y nacionalistas. Así, por ejemplo, CiU hace como que se opone a la financiación catalana y pretende presentarse como artífice de los grandes consensos centristas de la política de Estado, cuando en verdad el acuerdo actual ha conseguido un récord histórico de recursos para Catalunya. O el PNV que critica con la boca pequeña la involución de las libertades en Euskal Herria a la espera de que los “nacionales” de Patxi López rompan la coalición del gobierno de la excepción y su fracción socialista se avenga a una gran coalición con la que volver a tocar poder. O el BNG, que pretende convencernos de que ha vuelto (para quedarse) en las calles luchando por el gallego o el sector naval. O ERC e ICV que se pretenden capaces de hacer bascular al PSOE y luego votan el Plan Bolonia con PP, CiU, PSC i C’s. E Izquierda Unida, que se sigue queriendo presente y unida en la más triste de las ausencias del solitario y abandonado diputado Llamazares.
De todo para todos los gustos y colores en el teatro veraniego. Desafortunadamente, todo el mundo sabe perfectamente que se trata es una función en la que, una vez más, nos toca hacer de figurantes en el teatro veraniego.