El 6 de septiembre hay convocada una manifestación en España con el lema „Merkel go home“, ¿Cuál es el origen y naturaleza del creciente sentimiento antialemán entre los españoles?
Es muy arriesgado generalizar y decir „así piensan los españoles“, pero creo que en España hay un estímulo por parte de los medios de comunicación, que tratan de trasladar el terreno de la pugna social al terreno de las luchas nacionales. Personalizan en Merkel o en Alemania un proceso y una crisis política que tiene unas implicaciones mucho mayores. En España también se sabe que en Alemania existen los minijobs y que hay un gobierno de derechas que machaca a la propia población alemana. También es cierto que en Alemania se ha favorecido un modelo europeo que ha tenido consecuencias en el sur de Europa y que ello tiene que cambiar, y para ello es necesario que se vaya la derecha alemana.
Creo que en España existe un gran desconocimiento con respecto a Alemania. Quienes hemos estudiado Alemania y la política alemana a fondo sabemos que en España hay una visión muy simplista que interesa al nacionalismo español. Frente a todo ello es necesario un mayor europeísmo. No se trata de ver cómo salir de Europa o de acabar con el euro, sino ver cómo generamos dentro de ese escenario una inversión de las relaciones de poder para modificar el propio proceso europeo.
La visita de Merkel a España tiene como trasfondo los problemas financieros y las inyecciones de capital a la banca española por parte del BCE. Los objetivos económicos han pasado a primer plano, ¿estamos olvidando en Europa los objetivos sociales? Hemos asistido en los últimos 30 años a una construcción neoliberal de Europa. Por ejemplo, al construir el plan llamado „Plan Bolonia“ para las universidades, los países que no tenían universidades en condiciones de plantar cara al régimen de competitividad que se ha generado van a salir perdiendo. El norte europeo se ve muy favorecido en relación a la producción del conocimiento y el sur se ve abocado a convertirse en una colonia turística del norte. Reinvertar Europa pasa por recuperar la capacidad de controlar los mercados. En Europa se han generado unas herramientas económicas, mientras que no se han creado las herramientas políticas que las controlen. Ello crea un problema para la democracia y para las ciudadanías europeas. Europa no va a reformarse por la buena voluntad de las élites. Si queremos un proceso constituyente de Europa, es evidente que ha de venir desde abajo.
Con „proceso constituyente“, ¿se refiere a una nueva constitución europea? El movimiento15M planea una protesta para el próximo 25 de septiembre con la que pretenden rodear el congreso y hacer una acampada hasta que el gobierno dimita y se abra un proceso constituyente que redacte una nueva carta magna. ¿Tendría sentido que el movimiento 15M se constituya en un partido político?
En relación a un proceso constituyente a nivel europeo, Grecia se está movilizando desde el 2008, España desde el 15 de mayo de 2011 y Portugal tuvo su momento con la Geracao à rasca. En otros sitios ha habido otras movilizaciones puntuales pero no acaba de emerger un proceso único. Ello tiene una explicación muy sencilla y es que los estados nacionales todavía tienen mucho peso. Muchas veces usamos la palabra „constituyente“ con una lectura ligada a la teoría política de la modernidad que ya no es operativa. En la convocatoria del 25 de septiembre no se trata de que de repente unos señores asalten el Palacio de Invierno y proclamen una república, redacten una constitución y todo ello dé lugar a un régimen político nuevo. Ello no va a tener lugar porque ni siquiera se le pasa por la cabeza a los convocantes. Cuando hablamos de ruptura constituyente hablamos de un proceso que ya está en marcha y se produce cuando el 15M dice „no nos representan“. Esta nueva convocatoria es tan sólo un paso más.
El 15M no es un movimiento, sino una fecha, un acontecimiento. No es un sujeto social, por lo que pensar que se pueda convertir en un partido no tiene fundamento. Tampoco tiene sentido pensar que las asambleas vayan a tener la capacidad de invertir la lógica política en la que estamos inmersos para cambiar el régimen a corto plazo. Se trata, ante todo, de sentar las bases materiales y constitucionales sobre las que se pueda construir un régimen nuevo. El régimen actual está perfectamente forjado, tiene unas estructuras muy sólidas, no se va a derrumbar de la noche a la mañana. Lo que sí puede ocurrir es que se comience a formar un tejido, una red de instituciones, nuevos agentes poiticos que vayan modificando el régimen. Este proceso será europeo y global. Es una tendencia política que se apunta ya. Que ello vaya más allá dependerá de si los activistas se deciden a construir esas bases para el cambio, y no a crear nuevos partidos políticos. Los partidos no van a proponer las soluciones. Nos han hipotecado la economía para los próximos 30-40 años, por lo que no podemos esperar todos esos años a que llegue un proyecto sociáldemócrata más o menos bienintencionado, sino que serán las nuevas instituciones „de lo común“ las que creen la alternativa. Eso, o volverá el fascismo, por desgracia.
Bueno también están las luchas clásicas. Por ejemplo el SAT, el Sindicato Andaluz de los Trabajadores, están llevando a cabo una serie de acciones de protesta nada innovadoras pero que están dando que hablar en todos los medios.
Pero en Andalucía y en un terreno muy limitado. Tienen mucho impacto mediático por la falta de alternativas y de perspectivas. Ello lleva a sobredimensionar el papel de algunas acciones. Es fácil llevar a cabo un proyecto de las características del pueblo comunista andaluz de Marinaleda, que tiene unos pocos miles de habitantes y una composición de clase prácticamente homogénea, ya que la mayoría son jornaleros. Ello es fácil, pero ¿cómo se lleva a cabo algo parecido en una metrópolis como Madrid? El SAT ofrece un estímulo en contra de la burocratización de las grandes centrales sindicales, que se han tragado todas las reformas del gobierno sin convocar huelgas generales. Ello es muy positivo, pero el SAT no puede ir mas allá, porque es un sndicato pequeño y opera en su realidad concreta. Europa funciona a diferentes escalas y sería imprudente pensar que agentes que operan en un nivel tan pequeño sean extrapolables a otros niveles. Curiosamente la cultura del federalismo alemán tiene mucho que enseñar a los españoles al respecto. El 15-M es muy centralista, muy madrileño, aspira mucho a construir un movimiento que vaya del centro a la periferia. Con ello no me refiero a la República Federal de Alemania, sino a la teoría política del federalismo alemán desde el s. XVII desde Althusius hasta hoy. Un federalismo autónomo capaz de interpretar las nuevas formas de poder. La cuestión nacional en España, en el País Vasco, Galicia y Cataluña sigue siendo una cuestión pendiente de resolverse. Lo que va a suceder en el País Vasco si Bildu accede al poder en las próximas elecciones será algo a un nivel diferente a lo de Marinaleda, pues pasará del nivel local al autonómico. Ello también supondría una ruptura del proceso constituyente.